lunes, 9 de marzo de 2009

LA MUJER QUE YO ENFERME


Ella era una mujer algo callada, medio tristona, casi inocente, con mas años que experiencia, pero con mas ganas que cohibición, decia que no había cometido ningún pecado y si lo hubiera cometido, no lo recuerda muy bien, no tenia muchas aventuras por contar pero le gustaba oír las mías. Se llamaba Olga, yo le conté muchas de mis aventuras, de las malas y de las buenas, ella celebraba mis triunfos y se burlaba de mis derrotas, me alentaba a tener mas aventuras y yo la incitaba a que ellas las tenga conmigo, pero nunca acepto, decía que yo era harina de otro costal, caballo de otro rancho, así que no había por que insistir, cuando una mujer dice no, pues hay que darle un par de semanas para volverle a hacer la misma pregunta (o algo así dice el dicho).

Recuerdo que era el cumpleaños de un chico del trabajo, Joel iba a cumplir dieciocho añitos y aun no sabia lo que era estar con una mujer, todos en el trabajo lo querían llevar a una casa de citas para que se inicie en "las grandes ligas", pero yo tuve una mejor idea, había que iniciarlo con alguien de confianza, alguien que no lo apure a los cinco minutos de haber empezado (eso me han contado), alguien que no le inspire temor ni haga las cosas "fríamente calculadas", había que echarle un poco de pasión a su "regalo de cumpleaños". Hable con Olga si estaba dispuesta a hacer su primera locura, que era iniciar a un chico en el camino de ser hombre. Algo que una mujer no puede resistir, es poder saborear a un chico tímido y virgen, alguien que sabe lo recordara por el resto de su vida (yo hasta el día de hoy recuerdo a mi primera mujer), así que Olga acepto el reto. Le pedí que por favor no pise el acelerador y no haga acrobacias con el chico porque podría enfermarlo, y solo queremos darle una bonita experiencia, nada mas. Ella en tono burlón nos dijo que hará todo lo posible, pero que a la hora de la verdad, uno suele desconocerse, y yo le creí.

Así que luego de pactado el trato, se procedió a dejar que los tortolitos se vayan a consumar el obsequio de parte de todo el grupo de trabajo, mientras nosotros seguíamos celebrando el sábado con unas cervezas, ellos harían lo suyo entre cuatro paredes. Al día siguiente la historia fue distinta, aquella mujer no dejaba de contarme los detalles de esa noche, Joel hacia lo mismo desde su esquina, no lo podía creer, había estado con una mujer de verdad y tenia licencia para "contarlo todo". En fin, fue el gran evento del fin de semana, lo que paso después ya fue mas escalofriante, Olga empezó a sentir que aquel pecadillo no debía ser el ultimo, no después de haber gozado de la juventud de mi principiante amigo, ahora ella quería hacer de su vida un pecado constante. No se con cuantos mas se acostó, pero creo que no se salvo nadie, excepto yo claro, porque siempre me tuvo miedo, a pesar de haberse convertido en una deboradora de hombres había cierto respeto hacia mi trayectoria (ni modo, gajes del oficio).


No se si sentirme culpable o un descubridor de talentos, no se si soy un demonio o un enviado del destino que le abrió la ventana a esa dulce mujer, para que aprendiera a volar con sus propias alas. Lo único que se, es que por ahí anda una mujer sin escrúpulos, sin el menor reparo ni cargo de conciencia para comerse a los hombres con zapatos y todo, alguien que ama poco pero que enciende la hoguera del deseo cuando esta sobre una cama, una mujer todo fuego y morbosidad, que no desea tener fantasías incumplidas, que anda en busca de nuevas y fantásticas experiencia bajo las sabanas. Por ahí anda... la mujer que yo enferme.

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