martes, 27 de julio de 2010

BUSCANDO UNA SALIDA



Me quedan pocos días en la ciudad, a pesar de todos los eventos pienso que este viaje no fue una equivocación. Aunque Gabriela se haya puesto furiosa por algo que le hice. (siempre llego a ser el mismo idiota que termina echando a perder las cosas buenas que le suceden), dice que no me va a perdonar nunca y por si fuera poco, me ha prohibido escribir de ella, me pide que olvide que la conocí y todo lo que hemos pasado juntos. La he intentado llamar para disculparme, pero siempre termina por mandarme al cuerno y colgando el celular, me da mucha pena terminar así con ella, sobre todo siendo mi culpa. Pero pienso que es mi naturaleza, estoy destinado a arruinarlo todo, por el solo hecho de ser como quiero ser.
La tangamandapiana por fin ha aceptado verme, hemos pactado un encuentro al dia siguiente en el VIPS que esta cerca de la parada de Xochimilco, sin preguntas ni explicaciones, solo saludarnos y tener las cosas en orden. Pero esta noche aun no termina, ya que Gabriela me odia y no desea saber de mí, decido irme a tomarme unos tequilas a la plaza Garibaldi y a ver que nos trae la vida bohemia. Entro al famoso bar Tenampa, muy mexicano, donde hay números de mariachis, pido un tequila y me siento a ver el espectáculo. Una mujer me pregunta que hago solo, le digo que vine a oír un poco de música y distraerme un poco, ella me invita a su mesa, donde esta bebiendo junto a su hermana y el acompañante de esta, me los presenta, ambas son negociantes de Oaxaca, vinieron al Df a cerrar un trato, y por eso celebran esta noche con su cliente. La mesa esta surtida de tequila, whisky, agua mineral y coca cola, me dicen que tome lo que guste, que esta noche ellas pagan.
Yo les conté que venía de Perú, buscando a una mujer que no pude olvidar, pero que esa persona ya encontró a alguien, alguien mejor que yo, que la da menos disgustos y más alegrías. Rosa apoya su mano en la mía y me da palabras de consuelo, me dice que el tiempo lo cura todo, pero que esta noche es para embragarnos hasta ahogar nuestras penas, que no me preocupe porque todo corre por su cuenta.
Rosa es la menor de las hermanas, es casada y su esposo se encuentra trabajando en Pachuca, piensa que podemos ser grandes amigos, admira la locura con que hago mis cosas, dice que me envidia un poco, que alguna vez soñó hacer lo mismo, pero que era muy joven y nunca se animo. Cuando Rosa me mira puedo ver un ligero brillo en sus ojos, como si ser extranjero me hace ver especial. Fabiola en cambio es distinta a su hermana menor, siempre anda mirando lo material, los negocios son su vida, es por eso que dice tener una gran casa en el campo, donde me ha invitado, me ofrece unas lindas vacaciones si un día voy a visitarla a Oaxaca, les explico que ya casi estoy por irme a mi país, pero con gusto iré a verlas si un día regreso a México.
Las copas hacen lo suyo, Rosa me invita a bailar una danza, yo acepto con unas agallas propias del alcohol, llega la medianoche y salimos los cuatro a la plaza a tomar unas cervezas. Su socio llama a un grupo de mariachis y les pide que le canten quince canciones, soltando varios billetes, el dinero no es problema para ellos, debo reconocer que saben divertirse. Rosa me abraza y me da un beso en los labios, toma mi mano y pone un billete de mil pesos, diciendo que me quede con ella y que compre más cervezas. Me siento un truhan, un vividor, un chupasangre, un chulo más del montón, me siento como un pez en el agua…me siento bien.
Es la borrachera más grande que me he metido desde que llegue a esta ciudad, creo que me lo merecía, ya todo está borroso, las latas de cerveza están regadas por la plaza, Fabiola no para de cantar rancheras, me pide que elija una canción y ella paga, escojo Cielito Lindo, lo cantamos todos a viva voz. Las horas pasan y es hora de irnos al hotel, mientras ellas suben al auto del socio yo regalo las cervezas a los mariachis, haciéndoles prometer que al día siguiente me guarden dos canciones cuando regrese (quizás acompañado). En el hotel Fabiola saca otro tequila, no recuerdo cuantas copas me bebí esa noche, solo tengo la imagen de Rosa desnuda en la cama y yo intentando ser un amante sagaz. Por una noche ella se olvido del marido y yo de mi tangamandapiana, juntos nos perdimos en ese abismo sin fondo, que es la pasión.
No termina de amanecer y me marcho del hotel, será el instinto, pero no estoy acostumbrado amanecer con alguien, lo mío es salir huyendo mientras pueda. Llegué al departamento de Raquel a dormir un poco, me siento mejor siendo un huésped que siendo el amante que nadie quiere ver al día siguiente. Al acostarme, no puedo dejar de ver la foto de mi tangamandapiana en la pared, frente a mi cama, radiante y sonriente, cuando todo era felicidad. Cambiaria mil noches de estas, todas las copas de alcohol y los besos con sal que puedan llegar, solo por un instante contigo. La dueña de mis cuentos, la musa de mis cuadernos, la inventora de mis sonrisas, mi tangamandapiana. En qué momento echamos a perder algo tan poético… para convertirlo en una pesadilla.

miércoles, 21 de julio de 2010

NO ES LO QUE PARECE


Me la encontré en un concierto, el destino quiso que llegue treinta segundos después de mí y se coloque en la fila. No pude evitar hacerle la conversación, estaba tan linda que daban ganas de besarla antes de preguntarle el nombre. Se llamaba Grisell, tenía veintiséis años, un auto rojo casi nuevo y cursaba el último año de medicina en la universidad, yo no tenía tanto carteles como ella, solo le dije que me llamo Omar y que venia de Perú en plan de aventura. Por alguna razón, empiezo a caerle bien a la gente después de decirle que soy peruano, como si mis paisanos tuvieran buenos antecedentes por aquí, además, sospecho que si les digo que soy holandés, no me van a creer.

Tengo que seguir con esta travesía solo, por todo lo que ha pasado, ya no tengo esperanza con mi tangamandapiana, debo quitármela de la cabeza. Desde que conocí a Gabriela, los planes de este viaje han cambiado, me ha invitado a Cuernavaca, para ver un juego, yo deseo llevarla a Acapulco para disfrutar de la vida, y disfrutar de ella. El concierto esta por comenzar, para mi buena suerte no estaré solo esta vez, me acompaña una chica linda. Grisell me cuenta que le gusta la música de Oceransky, los poemas de Edel Juarez, me dice que es amigo de Salvador Aviña, que me lo va a presentar después que cante, Carlos Carreira se me cruza cuando me disponía a comprar un disco, se toma una foto conmigo y me agradece haber venido desde tan lejos para verlo. Este concierto ha reunido a los mejores trovadores de México y yo tengo la suerte de estar en primera fila para verlos a todos.

Grisell me cuenta que ha terminado con su pareja hace un mes, que no la extraña porque ocasionalmente sale con otras personas y eso la ayuda a olvidar, me dice que si un clavo no saca otro clavo, es necesario usar más clavos, debo admitir que es muy buena su filosofía. Yo le cuento que vine desde tan lejos para buscar a alguien que quise mucho, pero que no me dejan verla. Ella me ofrece su celular para mandarle un mensaje, se porta muy amable conmigo, me pide mi número para llamarme un día para salir y pasear por la ciudad, me avisa que habrá otro concierto en Puebla, que si acepto ir, ella se encargara de llevarme y traerme de regreso en su hermoso auto rojo. No puedo creer la suerte que tengo, esta ciudad me ama, me ama de verdad.

Me encanta oír a Grisell entonar los temas de Fernando Delgadillo, tomar todas las fotos que pueda con su celular, me encanta su perfume, su cabello largo, me encanta que siga a mi lado toda la noche, que se ría conmigo, que celebre mis bromas, me encanta que el destino la haya puesto en mi camino. El concierto esta por terminar, me quedo a charlar detrás del escenario con Raul Ornelas, Edel Juarez y Rodrigo Rojas, mientras Grisell me observa asombrada, quisiera acercarme a ella y darle un beso, pedirle que se vaya conmigo a un hotel, desnudarla y desnudarme, hacerla suspirar de pasión este domingo intenso, luego tomarnos un café y pactar otro encuentro entre semana. Quería tener una historia con ella, un romance de tres noches, una despedida entre sabanas y una promesa de no contárselo a nadie. Quería tantas cosas contigo Grisell… lastima que solo te gusten las mujeres.

domingo, 18 de julio de 2010

MUERTOS EN EL CLOSET


Estando en la discoteca con Mariela y sus amigas, note que en un rincón oscuro y solitario había una mesa llena de los mejores tragos, en aquella mesa estaba una mujer algo regordeta, con unos lentes gruesos y una ropa estrafalaria, moviéndose al ritmo de la música. Yo siempre he sido un tipo que ve más allá de la ropa y el aspecto, pero cuando vi a esta muchacha, quise quitarle el disfraz y el peinado ridículo que tenia, dejando un vacio espantoso. Llegando a la conclusión de que aquella mujer, era fea de verdad.

No soy prejuicioso, pero en serio que no tenía nada que rescatar, todos los caminos me decían que esa mujer podía tener varios muertos en el closet, hartos secretos que nunca saldrán a la luz mientras ella viva. Y como la discoteca también era un karaoke, no quedaba duda que ella se atrevería a cantar en cualquier momento. No paso ni diez minutos desde que llegamos cuando subió al escenario y todo el publico coreaba su nombre: “Carola, Carola”. No lo podía creer, esta mujer de aspecto estrafalario y sonrisa idiota era la más famosa del lugar. Lo peor vino después, cuando Carola empezó a cantar, tenia una manera horrible de entonar las canciones, lo juro por dios, era tan fea que no le salían gallos al cantar, sino una estampida de murciélagos. Lo más raro, es que la gente aplaudía a rabiar sus canciones, como si fuese su mejor versión inédita.

La noche transcurrió muy pacíficamente, Mariela subió al escenario a cantar con sus amigas “Hacer el amor con otro”, era la mejor de las señales, hoy seria mi noche, yo siempre quiero ser “el otro”, lo formal me asusta y me empalaga. Las copas aumentaban, mientras más ebrio estaba, Mariela era más deseada, no podía esperar el momento de tenerla en su cama, hacerla mía, con todas sus consecuencias. Pero según como decía la regla, “mientras mas trago bebe uno, las mujeres son mas lindas”, no se cumplía esto con Carola. Ella era tan fea que rompía toda regla, a veces pienso que aquella noche me embriague tanto, solo para saber si su fealdad se vería minimizada por el alcohol, cosa que nunca sucedió. Carola seguía siendo el mismo esperpento que conocí al entrar a la discoteca.

Eran las tres de la mañana y dieron el aviso que la discoteca estaba por cerrar, esto debido a una medida hecho por el gobierno para frenar la violencia, todos los locales deben cerrarse después de las tres. Por eso siempre me gustó irme a la plaza Garibaldi, será mucho más peligroso que Chapultepec, pero al menos te diviertes toda la noche sin restricciones, salvo por el imponderable de ser asesinado por un militar ebrio.


Era hora de retirarse, recogimos nuestros abrigos y yo me disponía a irme al baño antes de salir. Fue cuando al pasar por aquella mesa de Carola, tan lleno de whiskys, tequilas y todos los tragos inimaginables, todos vacios, me vi con la sorpresa de ver al mesero detrás de los vestidores, con el pantalón abajo, con cara de goce y a la vez de temor, acariciando el cabello de Carola que yacía inclinada, teniendo una cita aparte con los genitales de este chico. Estaba tan ebrio que no se qué tan real pudo haber sido esa escena, solo recuerdo que pregunté sobre Carola, y me dijeron que ella era la hija del dueño de la discoteca, que le gustaba venir todos los sábados a embriagarse, tratar mal a los empleados, romper todo y a veces, cuando andaba de buen humor, dar buenas propinas a cambio de “favores especiales”.

Una sonrisa dibujaba mi rostro, me sentía tan complacido de no equivocarme con aquella chica, de todavía poder ver lo que muchas personas ocultan detrás de sus disfraces. Aunque después hice mis cuentas detenidamente, una mujer poderosa, que disfraza sus miserias, alcohólica, de mal genio y que consigue lo que quiere a toda costa, aunque eso signifique joder al que tiene en frente. Pude entender que esta chica era una de los nuestros, pude reconocer mi propia especie, y entonces la dulce Carola empezó a caerme bien. Tome mi abrigo, abrí las cortinas y con el mesero aun gimiendo (de miedo o de placer, nunca lo sabremos), pude lanzar dos palabras y despedirme de aquella mujer que hasta ese momento, imagino que nadie la estaba mirando… “Adiós Carolita”.

lunes, 12 de julio de 2010

LOBITO FUTBOLERO


Este lobito entre todas sus adicciones, hay una muy especial que cada cuatro años se acrecienta en mayor escala: el futbol. Yo jugué futbol desde muy chico, usando una pelota de trapo, un limón o un calcetín enrollado, en las pistas, el salón de clases o el parque de la esquina. No era un gran futbolista, tuve buenos momentos, pero nada que pudiera quedar grabado en la historia futbolística, solo era un aficionado empeñoso. Pero ver futbol siempre me gustó, por ese motivo, cada cuatro años, mi vida entra en un trance, dejo mis planes de lado, pospongo mis otros placeres, a veces hasta dejo algunos trabajos, para poder disfrutar en toda su magnitud, el más grande evento que pueda existir para adictos como yo: el campeonato mundial de futbol.

Era un día de semana, estaba a punto de jugar Brasil, cuando Vanesa me llama al celular, contándome que se ha peleado con su novio y que quisiera verme para “conversar”. Siempre que Vanesa quiere conversar, terminamos en la cama, no sé si es por sus ganas de desquitarse con su novio o porque soy un buen amante (sospecho que es lo primero), pero a vísperas de un gran partido no se que responderle. Al final, tomo una decisión salomónica, la cito en un hotel dentro de media hora, ella acepta sin reclamos, como sintiéndose descifrada en su raro lenguaje de mujer. Llego al hotel, lo primero que pido es una habitación con pantalla grande, me dan el numero 305, entonces espero a Vanesa mientras me doy un baño.
Vanesa llega algo enojada, se queja del tráfico, de los buses repletos, de los viejos verdes que la miran y le lanzan groserías. A mí no me importa lo que ella me cuenta, casi no le presto atención, yo ando preocupado por Brasil, porque pueda perder y no logre clasificar a la siguiente ronda, pero como buen farsante le pongo una mirada de concentración alucinante, cualquiera que me viera diría que estoy indignado por todo lo que Vanesa me dice. Pero no pudimos esperar más, en menos de cinco minutos la desvestí totalmente, la recosté sobre la cama y nuestros cuerpos bailaron sobre las sabanas. Siempre es un enorme placer hacerlo con Vanesa, pienso que seriamos la pareja perfecta, salvo por que ella tiene novio, y porque yo no la soporto después de hacerle el amor, en realidad creo que no soporto a nadie, ni siquiera a mí mismo.

Vanesa se sigue quejando del clima, de la burocracia en los trámites para su divorcio, del acoso casi sexual de su supervisor en el trabajo, se queja hasta de lo que nunca sucederá, me pregunta si todos los hombres son iguales, si está condenada a aguantarle las mentiras al novio. Yo le digo que anda muy sensible últimamente, si está probando alguna droga o medicamento que haya afectado su lado emocional. Ella me dice que el único cambio que se ha hecho, es quitarse la T de cobre y ponerse inyecciones para no salir embarazada. Eso lo explicaba todo, los cambios de humor y los quejidos constantes eran culpa de los farmacéuticos. Pero eso no me importaba, dentro de unas horas y unas sesiones amatorias mas, Vanesa se iría y no la tendría que ver quizás por varias semanas, hasta que vuelva a pelearse con el novio.

Ya es casi la hora del partido y enciendo el televisor para disponerme a ver el futbol. Vanesa se queja una vez más, del porque los hombres se ocupan en ver el futbol y no en escuchar a sus novias, ni en atenderlas “como ellas se merecen”, diciendo esto, toma el control remoto y le cambia al canal donde está pasando una pinche novela mexicana. Esa fue la gota que derramó el vaso. Me paro frente a ella aun desnudo, la miro con rencor y le digo que en primer lugar no somos novios, que nunca seremos novios, en segundo lugar que no tengo la culpa que su pareja sea un idiota que la haga enojar cada fin de mes, y en tercer lugar, que nunca jamás se atreva a cambiarme el canal de futbol, porque si hay algo que me fascina mas que hacer el amor con ella, es ver jugar a Brasil en un mundial. Vanesa no termino de escucharme y ya se estaba vistiendo, se acerca a la puerta y antes de de tirármela en la cara me dice muy cruelmente: “Parece que la T de cobre te la pusieron a ti, imbécil de m…”.

Me quede solo en el hotel, total, ya estaba pagado por toda la tarde, le subo el volumen y me pongo a mirar muy atento el futbol. Mientras estaba muy cómodo recostado sobre la cama, me pongo a pensar en lo que me dijo Vanesa, de la poca paciencia que le tengo a las mujeres y la extrema afición que le tengo a un televisor. Inmediatamente hay un gol de Brasil, lo grito a todo pulmón y digo: “Si hoy gana Brasil, me compraré una vuvuzela y que se jodan todos”… que viva el mundial señores!!

jueves, 8 de julio de 2010

MONOLOGO


Te he buscado de la única manera que aprendí de la vida, dando la cara, mirando de frente, sin temor por delante pero cuidándome la espalda. He tocado tu puerta, he dejado mi nombre, mi lugar de procedencia, pero todos te negaron, le han temido a nuestro encuentro, a mis preguntas complicadas, a las explicaciones que no pudiste maquillar. Me he convertido en el villano, el maniático enfermizo que tira a matar, el irresponsable que no mide sus palabras, un pobre loco que no se dio cuenta que el tiempo ha transcurrido sin el… hay que aprender a perder.

Me quedan algunos días en tu ciudad, quedan lugares por conocer, camas que invadir. Tengo el nombre de una mujer que no lo puedo decir, pasiones encontradas que no puedo confesar, soledades compartidas que en noches como esta, son fáciles de consolar. Una casa de tres pisos con balcón, paredes blancas, habitaciones sin puertas, un auto azul de medio uso, unas sabanas húmedas que hacen juego con el balón de fútbol que descansa en la repisa. La memoria sigue intacta, a pesar del alcohol y las mentiras. Antes de que amanezca… te tengo que olvidar.

He salido a buscarte dos veces por mi propia cuenta, perdiéndome entre las calles sin nombre, ninguna pecera sabe donde vives, ningún taxista te vio pasar, esto de querer encontrarte, es hallar la aguja en un pajar. Al final de todo, siempre termino en Garibaldi, con una cerveza en la mano, pagándole a un mariachi para que cante “cielito lindo”. Mientras tanto te imagino llegar por esa calle, con tu traje de maestra, disimulando el dolor en la pierna, tu cabello sobre los hombros y tus pecas escondiéndose detrás de esa blusa. Me despierta el viento tibio, el trinar de los acordes, y un coro chillón que dice… “ayayay canta y no llores.”

lunes, 5 de julio de 2010

PERDIDOS



Son casi las diez de la noche y quedé en encontrarme con Gisela y sus amigas en la estación Noria, el día anterior me invitaron al cumpleaños de una de ellas, se iba a celebrar en una discoteca de Las Lomas de Chapultepec. Estaba lloviendo y se me hizo tarde, nunca puedo llegar a tiempo a ningún lado y en este país no podía ser la excepción. Gisela ya esta con su auto esperándome, me presenta como su novio para marcar su territorio, en el auto esta una de sus amigas, Carmen, una chica muy guapa, de cabello ensortijado y un perfume que me excitaba.

El plan era este, ir recogiendo a cada una de las amigas de Gisela, para luego ir rumbo a la discoteca, debían estar todas juntas porque solo una de ellas conocía el camino para llegar. Yo no conocía mucho el DF de noche, así que me pareció una linda oportunidad para ver el panorama nocturno de esta ciudad tan linda pero peligrosa. Ya es casi las once y solo falta recoger a una amiga, Claudia. Pero para nuestra mala suerte Claudia ya no estaba en el lugar que se había pactado, al parecer se canso de esperarnos y se fue por su cuenta. Lo mas grave del asunto es que la única persona que sabia como llegar a ese lugar, era precisamente la dulce Claudia. Cosas de mujeres. Entonces, estábamos en el auto, cuatros mujeres que no tenían ni la mas remota idea de cómo moverse en la ciudad y un idiota distraído, que era yo, que nunca aprendió a movilizarse en nada que no sea el metro, esto parecía un capitulo de La Isla de Gilligan en versión mexicana.

Pero no todo estaba perdido, como en tantos casos en que una mujer se siente inútil e improductiva, no hay mejor salida que recurrir a la ayuda de un hombre. Fue la misma Carmen la que llamo a su novio para que guiara a Gisela que iba en el volante, mediante un mapa de calles, iba diciéndole que camino tomar y donde poder girar para llegar a nuestro destino. No les miento al decir que transcurrieron dos horas entre llamadas guía, vueltas en circulo, gritos de histeria, propuestas de quedarnos en cualquier bar a embriagarnos, propuestas indecentes en hacer camas redondas (ese fui yo), hasta alguna decía que mejor regresar cada uno a sus hogares porque ya les daba sueño. Pero al fin pudimos llegar, frente a nosotros estaba la discoteca “Las Lomas”. Había llegado el momento de pasarla bien, ya era hora. Pero yo me ponía a pensar… y ahora como será el camino de regreso.