lunes, 12 de julio de 2010

LOBITO FUTBOLERO


Este lobito entre todas sus adicciones, hay una muy especial que cada cuatro años se acrecienta en mayor escala: el futbol. Yo jugué futbol desde muy chico, usando una pelota de trapo, un limón o un calcetín enrollado, en las pistas, el salón de clases o el parque de la esquina. No era un gran futbolista, tuve buenos momentos, pero nada que pudiera quedar grabado en la historia futbolística, solo era un aficionado empeñoso. Pero ver futbol siempre me gustó, por ese motivo, cada cuatro años, mi vida entra en un trance, dejo mis planes de lado, pospongo mis otros placeres, a veces hasta dejo algunos trabajos, para poder disfrutar en toda su magnitud, el más grande evento que pueda existir para adictos como yo: el campeonato mundial de futbol.

Era un día de semana, estaba a punto de jugar Brasil, cuando Vanesa me llama al celular, contándome que se ha peleado con su novio y que quisiera verme para “conversar”. Siempre que Vanesa quiere conversar, terminamos en la cama, no sé si es por sus ganas de desquitarse con su novio o porque soy un buen amante (sospecho que es lo primero), pero a vísperas de un gran partido no se que responderle. Al final, tomo una decisión salomónica, la cito en un hotel dentro de media hora, ella acepta sin reclamos, como sintiéndose descifrada en su raro lenguaje de mujer. Llego al hotel, lo primero que pido es una habitación con pantalla grande, me dan el numero 305, entonces espero a Vanesa mientras me doy un baño.
Vanesa llega algo enojada, se queja del tráfico, de los buses repletos, de los viejos verdes que la miran y le lanzan groserías. A mí no me importa lo que ella me cuenta, casi no le presto atención, yo ando preocupado por Brasil, porque pueda perder y no logre clasificar a la siguiente ronda, pero como buen farsante le pongo una mirada de concentración alucinante, cualquiera que me viera diría que estoy indignado por todo lo que Vanesa me dice. Pero no pudimos esperar más, en menos de cinco minutos la desvestí totalmente, la recosté sobre la cama y nuestros cuerpos bailaron sobre las sabanas. Siempre es un enorme placer hacerlo con Vanesa, pienso que seriamos la pareja perfecta, salvo por que ella tiene novio, y porque yo no la soporto después de hacerle el amor, en realidad creo que no soporto a nadie, ni siquiera a mí mismo.

Vanesa se sigue quejando del clima, de la burocracia en los trámites para su divorcio, del acoso casi sexual de su supervisor en el trabajo, se queja hasta de lo que nunca sucederá, me pregunta si todos los hombres son iguales, si está condenada a aguantarle las mentiras al novio. Yo le digo que anda muy sensible últimamente, si está probando alguna droga o medicamento que haya afectado su lado emocional. Ella me dice que el único cambio que se ha hecho, es quitarse la T de cobre y ponerse inyecciones para no salir embarazada. Eso lo explicaba todo, los cambios de humor y los quejidos constantes eran culpa de los farmacéuticos. Pero eso no me importaba, dentro de unas horas y unas sesiones amatorias mas, Vanesa se iría y no la tendría que ver quizás por varias semanas, hasta que vuelva a pelearse con el novio.

Ya es casi la hora del partido y enciendo el televisor para disponerme a ver el futbol. Vanesa se queja una vez más, del porque los hombres se ocupan en ver el futbol y no en escuchar a sus novias, ni en atenderlas “como ellas se merecen”, diciendo esto, toma el control remoto y le cambia al canal donde está pasando una pinche novela mexicana. Esa fue la gota que derramó el vaso. Me paro frente a ella aun desnudo, la miro con rencor y le digo que en primer lugar no somos novios, que nunca seremos novios, en segundo lugar que no tengo la culpa que su pareja sea un idiota que la haga enojar cada fin de mes, y en tercer lugar, que nunca jamás se atreva a cambiarme el canal de futbol, porque si hay algo que me fascina mas que hacer el amor con ella, es ver jugar a Brasil en un mundial. Vanesa no termino de escucharme y ya se estaba vistiendo, se acerca a la puerta y antes de de tirármela en la cara me dice muy cruelmente: “Parece que la T de cobre te la pusieron a ti, imbécil de m…”.

Me quede solo en el hotel, total, ya estaba pagado por toda la tarde, le subo el volumen y me pongo a mirar muy atento el futbol. Mientras estaba muy cómodo recostado sobre la cama, me pongo a pensar en lo que me dijo Vanesa, de la poca paciencia que le tengo a las mujeres y la extrema afición que le tengo a un televisor. Inmediatamente hay un gol de Brasil, lo grito a todo pulmón y digo: “Si hoy gana Brasil, me compraré una vuvuzela y que se jodan todos”… que viva el mundial señores!!

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