jueves, 19 de agosto de 2010

PASATIEMPO


La mañana recién empieza, hoy llegue temprano y me puse a tomar una siesta (todavía no me acostumbro a despertarme a las cinco de la mañana). Son las ocho y cinco, es cuando abro la ventanilla por donde atenderé al público, que son generalmente secretarias muy lindas y estudiantes brutos, engreídos y algo haraganes. Lo curioso es que en el patio que esta frente a mí, hay un tipo sentado en una de las tantas mesas donde almuerzan los alumnos, tiene aspecto fornido, piel trigueña, vestido con un abrigo negro, unos anteojos gruesos y una gorra que lo protege del frio, a primera mirada se podría decir que es un tipo normal.

Pero hay algo en él que no me gusta (aunque lo raro sería que en verdad me guste algo). Y es que lleva ahí sentado tanto tiempo, que sospecho tiene otras intenciones. Podría ser un gay que está enamorado de mi, que estuvo sentado ahí desde muy temprano, solo para verme pasar, lanzarme una mirada fingida, esperando quizás que le diese una señal para que se acercara y me diga las cosas que siente por mí, lo que me anduvo callando todo este tiempo (cuarenta minutos para ser más especifico), deseando que su cuento de hadas se haga realidad conmigo. Pobre tipo, si supiera que estoy enamorado de su profesora de lengua española, una mujer mayor que yo, muy alta, preciosa y sofisticada, que siempre viene a verme con una sonrisa para preguntarme si ya están listos los exámenes de sus alumnos. Me cortaría un brazo por pasar una noche con la maestra, literalmente me lo cortaría, tomando en cuenta que llevo más de dos semanas sin tener sexo con nadie y eso me pone medio desquiciado.

También estaba pensando que aquel chico bien podría ser un asesino en serie, uno de esos que salen en los programas de SCI que le gusta ver a mi hermana. Puede que aquel tipo haya estado calculando todos mis movimientos, desde la hora que llego, hasta el lapso que dura mi almuerzo, las veces que salgo a comprar el periódico o los panes de higo que tanto me gustan. Y si voy más lejos, supongo que también se ha dado cuenta que le ando mirando el culo a las secretarias y a las estudiantes jóvenes. Quizás esa sea la causa de mi futuro asesinato, podría aquel chico psicópata ser un justiciero de la noche (o del día), que pretende sacar de circulación a un degenerado en potencia, un ser ruin que encuentra cierto placer al ver los traseros de las chicas que abundan en este lugar. Lo que no sabe ese tipo, es que tengo listo una varilla de acero a la mano, por si se atreve acercarse, o acaso seguirme al baño cuando me disponga a echar una meada. Asi que estoy listo para todo, a mí no me vas a matar loco cabron!!

Ha pasado más de una hora y el sujeto sigue ahí sentado, no ha hecho ningún movimiento sospechoso ni me ha lanzado miradas extrañas. Pienso que debe estar esperando a una novia, que quedaron encontrarse desde muy temprano para ponerse a estudiar, desayunar o tal vez coger, lo que se les antoje primero. El como todo un caballero ha llegado puntual, se ha sentado en el patio y se ha puesto a leer un libro que por la distancia donde me encuentro no puedo saber el titulo. Pero su novia todavía no llega, quizás se quedó dormida, tal vez se le olvidó la cita, o puede que haya preferido estudiar desde la noche anterior con su mejor amigo y de paso ponerle los cuernos a su novio, que dicho sea, ya empezó a caerme bien.

Son las diez de la mañana de este jueves cobarde, el tipo estaba estudiando y ahora subió a su salón de clases para dar su examen. Ni se imagina las peores cosas que me he imaginado viéndolo sentado ahí, con su aire de nerd desorbitado. No importa, al menos me duro como pasatiempo, una buena razón para echarme un escrito.

domingo, 15 de agosto de 2010

CHINGADOR NOCTURNO


Gisela me manda un mensaje enfurecida, llena de bronca y con ganas de pegarme con un fierro en la cabeza: ”Oye pedazo de imbécil, quien carajo te crees para contar que te fuiste a la cama conmigo? Acaso crees que mi cama es un cartel de publicidad?. Te dije que no contaras nada, te dije que nadie tenía porque saber las cosas que hicimos. Me importa una m… que tengas que escribir tus vivencias en ese blog estúpido. Eres un canalla, no quiero saber de ti nunca más. Adiós”. Cierro el mensaje y pienso que Gisela es una mujer inteligente y astuta, no tardo mucho en darse cuenta que iba a faltar a mi promesa de no mencionarla en mi blog. No me quiero quedar con las ganas de contar lo que fue nuestros encuentros, es por eso que invento otro nombre parecido al suyo, Griselda, y sigo contando todo lo que vivieron nuestros cuerpos esas noches de alivio, esas madrugadas de placer enceguecido. Pensando que quizás así, pueda salir ileso de este embrollo en el que me metí involuntariamente.

Cuatro días después, Gisela me manda otro email, todavía más enfurecida: ”Así que mientras estabas conmigo, también te acostabas con esa putita de Griselda. No puedo creer que seas tan poco hombre, y seguro que ni te cuidabas. Eres un cochino, me das asco, ahora entiendo porque sigues solo y nadie te quiere. No me escribas nunca, no me llames, si te acercas a mi, te voy a denunciar por acoso. Ya lo sabes. Adiós.” Cierro el mensaje y pienso que Gisela no es tan inteligente como creí, solo actuaba por instinto (por instinto y por indignación). Nunca se dio la tarea de leer entre líneas y saber que ambas mujeres de las que escribí, eran la misma persona. La poca admiración que le tenia se desvaneció después de leer su correo, dejo de ser interesante contar que la conocí y que vivimos buenos momentos bajo ese cielo extraño y ajeno.

Han pasado diez días desde ese penoso incidente, Gisela ya no me escribe, tampoco me llama y supongo que ya dejo de leer este humilde blog (este estúpido blog, según sus propias palabras). Al día siguiente me llega otro correo de mi extraña amiga: ”Anoche conocí un tipo genial en una disco, no se anda con niñerías, porque es de mi edad y no un mocoso como tú. Me lo cogí y es mucho mejor amante de lo que tu podrás llegar a ser algún día. Como te quedo el ojo?. A ver si te atreves a publicar eso en tu estúpido blog. Adiós”. Cierro el mensaje y suelto una sonrisa, otra vez empiezo a sentir cierta admiración y complicidad con Gisela, sé que lo hace porque anda enojada y desfoga su encono de esa manera, pero me gusta que lo haga. No es la primera vez que alguien me dice que soy mal amante y sospecho que tampoco será la última.

A la semana siguiente, Gisela me escribe otro correo, pero esta vez en son de paz: “Algo sucede con Antonio (su chico semental), sospecho que me engaña con otra, sospecho que solo está conmigo por mi dinero, sospecho que es un gay asolapado. Extraño nuestras noches en la casa, serás un mocoso travieso, pero al menos tenía la certeza a que jugábamos tu y yo, sabía que solo querías coger. Con este tipo ya no se a donde vamos. Me gustó lo último que escribiste de mi, sé que soy yo aunque me pongas mil nombres, Cuando te volveré a ver...”

Cierro el mensaje y me pregunto que tiene esta mujer que provoca en mi, cosas distintas que van de extremo a extremo, me marea sus estados de ánimo y a la vez me excita pensar que en cualquier momento pueda estallar en cólera o comerme a besos. Me envuelvo en una adicción, que se donde va a terminar, con uno de los dos bajando la guardia. Pero esta noche no seré yo quien la baje. Le escribo envalentonado, lleno de orgullo le pregunto: “Sigues pensando que un soy mal amante?”. Su respuesta no tardo mucho, fueron pocas palabras, claras y definitivas: “Si, lo eres. Pero ni modo chico”.

domingo, 8 de agosto de 2010

ENTRE TODAS LAS MUJERES



Al llegar a México me hospedo en el departamento de Raquel, una amiga de muchos años (y también prima de mi tangamandapiana), tengo ventana a la calle y una cama espectacular, lástima que en mi estancia aqui, pienso hacer de todo, menos dormir. Raquel me lleva a su trabajo y quedo fascinado con su oficina, la hermosa vista de la ciudad desde ese edificio de veinte pisos, la gente tan amable que me saluda, desconociendo que solo soy un intruso y que no trabajo en ese lugar. Raquel me enseña a usar el metro bus, nunca olvidare que mi primer día en México, me despertó a las seis y media de la mañana y me dejo en la avenida Reforma, con tan solo un par de indicaciones, indicaciones que no entendí, porque mi cerebro recién despierta después de las diez. Pero debo reconocer que andar solo en mi primer día por esta ciudad inmensa, me hizo sentir un gusto especial.

Entre semana me encuentro con Eva, que también es mi amiga. Ella me sube a su coche y me lleva a la basílica de Guadalupe, me explica la “supuesta” leyenda que va detrás de la virgen morena, con su peculiar manera de ver el mundo. Eva es revolucionaria, ha caminado con el Sub Comandante Marcos y piensa que el mundo todavía puede cambiar. Eso es lo que me hace admirarla como la admiro. Me hubiera gustado vivir la mitad de lo que ella ha vivido, estoy seguro que nunca me faltarían historias por contar. Eva me lleva a desayunar, luego a la UNAM, para visitar su museo de ciencias, me habla del comunismo, de lo que se vive en Chiapas y el daño que le hace la religión a la democracia, me presenta a sus amigos diputados con toda la naturaleza del mundo. Prometo vernos al día siguiente, para seguir con el tour, antes de despedirnos ella me regala una tarjeta para el metro y me indica cómo debo usarla.

Gabriela me recoge en su auto y me lleva al juego de su hijo, me invita unos cacahuates mientras me cuenta sus decepciones amorosas, me canta de cerca una canción de Sin Banderas y me sonríe muy lindo bajo la sombra de los arboles. Mi invita al cumpleaños de una compañera de trabajo en una discoteca de Chapultepec, donde sus demás amigas intentan enseñarme a bailar, sin poder lograrlo. Salimos de madrugada en su auto, recorriendo la ciudad, mostrándome lo que siempre he querido desde que llegue, ver México de noche, como el animal nocturno que soy. Amanecemos en su casa, Gabriela me quiere llevar a Cuernavaca el fin de semana, pero yo ya tengo planes. Al despedirnos, nos damos un abrazo y sabemos que no será nuestra última vez, que aún nos quedan varios encuentros por contar.

Llegamos a las pirámides de Teotihuacán, es uno de los lugares más lindos que he visto, subo cada escalón asombrado, acompañado de Rita, una linda guatemalteca que está llevando una maestría en la UNAM, ella me cuenta que en su país también hay pirámides, que con gusto será mi guía si un día me animo a viajar hasta Guatemala. Me cuenta que ha terminado hace poco con su novio y que ahora solo dedica a estudiar porque ya entro a los exámenes finales. Entramos a un restaurant y pedimos una sopa y unas quesadillas con mole verde. Empieza a llover y es hora de regresar al departamento. Nos despedimos esperando volvernos a ver de nuevo. Pero eso ya no sucederá.

Compro mi boleto para un concierto y al llegar al Parque Naucalli me encuentro a una linda mexicana, conversamos y disfrutamos juntos el recital, compartimos una lluvia ligera, unas mentas y el gusto melomaniaco por la trova, la pasamos bien. Llegando a descansar reviso mi correo, Pilar me dejó un mensaje diciendo que se alegra que la esté pasando bien en el DF, y que este fin de semana me invita a una posada que se va a celebrar en su vecindario, que no me preocupe por la hora, que ella me ofrece su departamento para pasar la noche, y las noches que yo quiera. Me voy a la Plaza Garibaldi, conozco a Rosa y su hermana Fabiola, les caigo bien a ambas, me invitan a hospedarme en su ciudad en el futuro, pero ese día solo me invitan a pasar la noche en su hotel. Me embriago con ellas, les guardo sus pecados y sigo mi camino sin remordimientos. Volviendo al departamento reviso mi correo, encontrando un mensaje de Adriana, pidiéndome que la espere una semana más en la capital, que está a punto de terminar su curso y piensa venir a verme. No lo puedo hacer, solo me despido con una frase que escuché por ahi: “Lo que se ama nunca muere”.

Me encuentro en el aeropuerto dispuesto a tomar mi avión de regreso. Al llegar a mi país, hay alguien esperando por mí: Lucia, mi querida Lucia, que me abraza y me dice: “Ya todo terminó, cerraste tu capitulo. Déjame decirte que estas completamente loco por hacer esto, pero que bueno tenerte de regreso”. Llevo en el alma un pedacito de cada una de esas mujeres, que me quisieron de maneras muy distintas, pero también llevo una pena por no haber pasado más tiempo con la mujer a la que vine a buscar, la que gasto su dinero en papeles para yo pueda tener la visa para este país. La que arriesgó su vida en esta locura que alguna vez vivimos. La que se la jugó por mí, y me hizo creer que ya no era más el perdedor que todos decían. Este viaje es un homenaje a ella, cada instante de felicidad que he vivido, se lo debo enteramente a esa mujer que una vez soñó hacerme feliz… y despertó antes de tiempo.

GRACIAS MI TANGAMANDAPIANA… SÉ MUY FELIZ AHORA QUE ME BORRO DE TU HISTORIA.


UN MES DESPUES

Lima luce bella de noche, con sus luces naranja y sus bares bohemios, con el mar haciendo ruido cuando cae la tarde y los amigos buscándome para tomar unas copas. Volví al trabajo en la universidad, me extendieron el horario pero ahora me pagarán más. Estoy cancelando las deudas que me hice y para fin de año planeo viajar a Buenos Aires en busca de mas historias. A veces pienso en ella, pero ya no siento culpa, porque hice todo lo que un chico enamorado puede llegar a hacer. De vez en cuando inundo mi cama con una mentira y salgo huyendo al amanecer. He vuelto a ser el tipo libre que desea estar solo, sigo asistiendo a los conciertos en penúltima fila, con el asiento de lado totalmente vacío. Creo que dejare de escribir cursilerías en este blog, quizás me haga otro y lo llamare… “DIARIO DE UN ANIMAL NOCTURNO”.

jueves, 5 de agosto de 2010

GOLEADOR NOCTURNO

Es una visita familiar, mi amiga Raquel me invita a la casa de sus padres, me dice que ellos también quieren conocerme, yo acepto con gusto, después de tantas trasnochadas y asistir a lugares de dudosa reputación, es bueno tranquilizar el cuerpo con un almuerzo familiar. Llegamos después del mediodía, porque antes Raque y yo dimos un paseo por la laguna de Xochimilco, tomamos unas copas de pulque y cantado algunas rancheras en unas de las trajineras que hay en el lugar. Llegamos a tiempo, con el apetito en su punto y justo cuando están comentando el mundial en la televisión. Sirvieron el famoso mole, muy rico por cierto, no pude evitar repetir otra porción, con sus quesadillas sobre una canasta y envueltas con un mantel para mantenerse calientes.

Para mi buena suerte, encuentro a unos chicos que coindicen con mi gusto por el mundial de futbol, ellos son los sobrinos de Raquel, Sebastián, Andrés y Jorgito se sientan conmigo en el sofá, dicen que México pasara a la segunda ronda, pero que Alemania puede llegar a ser campeón. Yo les digo que Argentina y Brasil son los mejores equipos, pero que uno de ellos se quedara en carrera porque los europeos siempre nos terminan aguando la fiesta. Sebastián es el mayor de los tres, está en la escuela y le gusta mucho el futbol, su equipo es el América, al igual que Andrés, que me pregunta cómo fue que llegue a entrar a la cancha del estadio Azteca, porque el siempre quiso hacerlo pero no ha podido, Jorgito es el más pequeño y también el más entusiasta, siempre quiere aprender todo muy rápido, aunque se estrelle en el intento. Los tres están contentísimos porque el día anterior por fin les compraron sus camisetas de la tricolor. Yo les cuento que yo también me compre una camiseta, pero del Necaxa, ellos me miraron como un bicho raro, como si hubiera escogido el peor equipo de todos, no saben que lo hice porque es el único equipo que escuche desde niño por los programas del chavo del 8, porque al igual que Don Ramón “yo también le voy al Necaxa”.

Luego de un descanso, los chicos me invitan a jugar futbol en la calle, yo acepto con buen ánimo, para recordar mis épocas de pelotero callejero, cuando rompía los cristales de las vecinas viejas y amargadas, que siempre terminaban echando agua a la calle para ahuyentarnos. Salimos a buscar el mejor lugar para implementar la cancha, solo dos piedras para los arcos, como se hacía en mi país, donde los goles valían solo si la pelota iba a una altura debajo de la rodilla. Recuerdo que cuando era chico, con mis amigos jugábamos a la pelota todos los días, terminábamos sucios y cansados, pero felices, comentando las mejores jugadas, yo siempre me andaba burlando de mi amigo Javier, que era el más torpe del barrio, le recordaba hasta el hartazgo la vez que piso mal el balón y se cayó de espaldas, golpeándose la cabeza, haciendose una chichón tan feo, que su madre no lo dejo jugar por mucho tiempo con nosotros, como culpando nuestra rudeza para jugar y no la estupidez y torpeza de su único hijo.

Empezó el partido, tomo el balón y dribleo como en mis mejores épocas, le doy pase a Jorgito, pero este patea mal y el balón se va desviado, no importa le digo, ya le saldrán mejores tiros, porque él es así, persistente y curioso. Luego yo me voy solo por la banda derecha y disparo: Gol, Jorgito se me acerca y me dice con voz de aprobación”buen shot” me da la mano y yo me siento un goleador, un depredador del área chica. El partido continúa, Sebastián me ha hecho dos goles, no lo pude evitar, Andrés también me ha vencido, tenemos el partido en contra y Jorgito hace sus mejores intentos por anotar, yo vuelvo a anotar dos veces, parece que esta tarde será gloriosa. Pero Sebastián vuelve a emparejar el marcador y ponerlo en ventaja con sus anotaciones. Yo avanzo por el medio y veo desmarcado a Jorgito, le doy un pase milimétrico, Jorgito se perfila mirando el arco y dispara: Gooool. Me acerco para celebrarlo, le doy un abrazo y volvemos a nuestros puestos en la cancha, este partido será nuestro aunque tengamos que sudar sangre. Quedan pocos minutos, el ataque nuestro es insistente, me desmarco y recibo un pase cerca de la portería, avanzo a velocidad con el balón delante mío, estoy a punto de disparar, es el gol del triunfo, pero al intentar parar el balón, lo piso mal y me caigo de espaldas como un costal de papas, solo recuerdo el estrellar de mi cuerpo contra el pavimento, de la manera más patética y terrible, como si fuese un principiante que no sabe siquiera, caer decorosamente. El partido termino en empate y por abandono, ya no soy tan joven y mi espalda ha sufrido un duro revés, me siento viejo, me siento inútil para el futbol, creo que mejor me dedico a verlo por televisión.

Los chicos me invitan a dar un paseo por el vecindario, me piden que les cuente de mi país, cada detalle de lo que es esa ciudad de la que venía huyendo, la pequeña Lima, yo les hablo de sus plazas, sus paisajes, los lugares de diversión y de mi equipo preferido: el Alianza Lima. Les digo que me gustaría invitarle unos refrescos pero que olvidé la billetera, que solo tengo cinco pesitos que se me quedo del cambio en el metro. Ellos me dicen que hay una tienda donde venden refrescos de un peso, parecía una broma pero era cierto, compré los refrescos para todos y seguimos nuestra ruta. Así fue que una tarde de Junio, este lobito feroz estaba sentado en una esquina de la ciudad de México, bromeando con mis cuates y probando un buen refresco de a peso, como si fuese un palomilla más en este país que me ha tratado como si fuese su hijo predilecto. Pero entre tanta charla amena, tantas bromas pude sentir una péquela nostalgia por mi familia, fue la primera vez que empecé a echar de menos a ese par de enanos de mi casa, que me alegraban cada mañana con sus abrazos y su mirada de admiración hacia mí, como si fuese su superhéroe: mis sobrinos Edison y Omar. Me preguntaba si algún día podré jugar con ellos a la pelota, armando los arcos con dos piedras, gritando los goles y confundirnos con un abrazo, llevarlos al estadio o al parque para tomarnos esos refrescos de a peso que estoy seguro que les va a gustar. Me gustaría vivir los años suficientes para verlos crecer, hacerse hombres y sentirme su confidente cuando vengan a pedirme consejos, vivir lo suficiente para no perderme ese gran evento que es la vida, vivir a través de sus ojos. Esta noche me distraje un poco, y me di cuenta que a pesar de todo soy humano… demasiado humano.

domingo, 1 de agosto de 2010

ESCRITOR NOCTURNO


Todavía tengo algo de dinero, pero no tengo con quien salir. Los días entre semana son los peores, todos andas ocupados en sus trabajos. Decido salir solo, a ver qué es lo que la noche tiene deparado para mí. Un taxista de nombre Mauricio me llevo a conocer el mejor puterio de la ciudad, donde tomaba algunos tequilas y me marche. El tipo viendo lo poco que duré en ese lugar, suelta una frase que me toma de sorpresa: “Es usted marica señor?” preguntó, mientras conducía su auto a toda velocidad. “No, lo que pasa es que no me siento muy a gusto. Solo me gusta disfrutar el ambiente” le confieso mientras observo las calles que de noche se ven distintas. “Bueno, porque si es un marica, lo puedo llevar a un antro de maricas” me dice él con tono pícaro. “Bueno, la noche aun es joven, llévame a ese lugar, me gustaría conocerlo” le digo, viendo su cara sonriente, como si hubiese descubierto algún secreto. Llegamos a la “zona rosa” donde hay bares para todos los gustos, me bajo para entrar a alguno de ellos, pero antes de cerrar la puerta el taxista me pregunta: “Señor, esta seguro que no es marica?”, le respondo que no lo soy, pero que me mata la curiosidad de ver ciertos lugares. El tipo sigue riendo, como no creyendo lo que le digo.

Entro al bar, pido un trago y me siento a ver ese mundo, mirando cada lugar, cada esquina, cada detalle, en busca de algo distinto a lo que venía escribiendo. Salgo del lugar con el número telefónico de Tony, un español muy amable y aventurero, también de Luana, una travesti exuberante y la dirección de Paola y Alejandra, una pareja de lesbianas con gran sentido del humor, que harán una fiesta dentro de cuatro días en su departamento. No puedo ocultar mi sonrisa, la he pasado muy bien con mis nuevos amigos. Mauricio al verme tan contento arremete nuevamente: “Señor, Ud. es un marica, no lo puede negar”. Entonces le cuento mi verdadero secreto, que vengo de otro país, donde me gusta escribir historias y algunas de mis vivencias, que luego salen publicados en mi blog de internet, que eso es lo que quiero hacer, salir de noche en busca de historias. Mauricio me mira medio confundido y me dice: “Déjeme ver si lo entiendo señor. Usted sale de noche solo, entra a un puterio y se va sin cogerse a ninguna vieja. Luego va a un bar de maricas y sale contento. También dice que le gusta escribir cursilerías en el internet. Oiga señor, en mi pueblo a la gente como usted los llamamos maricas”. La verdad que no puedo debatir su razonamiento, ciertamente encontré una mejor historia en un bar gay que en el burdel exclusivo, y eso ha sido mi perdición ante los argumentos de este taxista bajito, gordo y de cachetes inflamados, pero con aspecto de buen tipo.

La noche aun esta a la mitad. Le digo a mi amigo que me lleve al barrio más picante, que se diera unas vueltas por las zonas más peligrosas, marginales y polvorientas, donde ningún turista acomodado se atreve a pisar. Los ojos de Mauricio sobresaltan, me mira como si hubiese visto un fantasma “No señor, yo a ese lugar no voy ni loco”, lo miro fijamente y le digo en tono burlón: ”Mauricio, acaso eres marica?”. “No señor, no soy un marica, pero hay lugares a donde uno no puede ir, no hay que tentar al destino de esa manera” me dice como disculpándose. “La noche aun no termina, y todavía tengo en mente ir a un par de lugares después. No habrás pensado que te iba a tener paseando entre puro bar de maricas, ya te dije que yo busco otras cosas” le respondí casi en trance, obnubilado porque la noche está en su mejor momento.

Fuimos a muchos lugares, cada lugar más interesante que el anterior. La noche terminaba, ya el sol estaba asomando sus tentáculos, compre unas cervezas para tomarlas en el auto con Mauricio, mientras me cuenta de su novia enferma, de su madre consentidora y su hermana en el extranjero, sus planes de casarse y tener una hija que lo cuide cuando se haga viejo. Nos hicimos buenos camaradas, parecíamos un par de machos mexicanos, riendo a gritos, tirando las latas de cerveza por la ventanilla, eructando sin el menor reparo. Toda nuestra bravura se apago cuando un patrullero nos detuvo para inspeccionar los documentos del auto. “A donde se dirigen en ese estado?”, nos pregunta el policía sin quitarnos la mirada de encima. “Solo salimos a dar unas vueltas y se nos pasaron las copas jefe” aclaro Mauricio con un gesto de apenado. El oficial nos mira detenidamente, mira las latas de cerveza y nadie más en el auto y termina preguntando: “Un viernes por la noche y solo ustedes dos tomando…. Acaso son maricas??”