sábado, 8 de octubre de 2011

VIAJERO DE REGRESO


Lleno de dudas, con una pelea de gatos en la cabeza, queriendo huir de todo, me propuse hacer un viaje. A donde? a cualquier parte, lo importante es escapar de la rutina, acostarse a las cuatro de la mañana y dormir hasta el mediodía no parecía algo saludable para mi. He querido volver a escribir pero también no hacerlo nunca. Alguna vez han tenido esas crisis existencialistas?. Esta vez me tocó a mi. Andaba por el Megaplaza viendo en que gastar mi dinero y fue cuando me tope con una agencia de viajes, no lo pensé mucho y tome el primer bus para Trujillo, porque ese lugar? no había razón, solo salir de Lima, de la pequeña y aburrida Lima. Tome mi mochila y mi billetera, y partimos.

Llego a la ciudad de Trujillo, camino hacia la Plaza Mayor y me pongo a tomar fotos, pido un tour por la ciudad, paso el dia entero conociendo lugares, hasta que llego la noche. Busco diversión y no la encuentro, ni los taxistas saben donde se divierte la gente. Hasta que fue un taxista quien me llama. Me pide que suba, yo le hago caso y estando en su auto me pregunta a donde quiero ir. "Llévame a donde se divierten los hombres de verdad" le digo sin titubear, el me mira muy serio y me dice: "Hay dos opciones, un nigh club donde las chicas se desnudan y la segunda, el burdel mas conocido de Trujillo, llamado El Milagro". Yo escogí la tercera opción: "Llévame primero al bar nudista y si me aburro me llevas a ver El Milagro".

Era casi medianoche cuando íbamos de camino al burdel mas famoso de todo Trujillo, que cosa rara, estaba ubicada fuera de Trujillo (detalles de parroquiano solamente). El bar nudista no me gusto, sin embargo aquel burdel tenia lo suyo, un lugar lleno de habitaciones donde cada mujer estaba parada en la puerta con su mejor lencería, algunas sin mucho que ocultar. Me quede cerca una hora en aquel lugar pero no me acosté con ninguna, sali a buscar al taxista que me seguía esperando. Y fue ahí que empieza la historia.

El taxista se llamaba Felipe, era un hombre de unos cincuenta años, me decía que el conocía la ciudad como la palma de su mano y me llevo al gran coliseo, ahi estacionado me contaba que de chico quiso ser boxeador, que una mañana entro a ese lugar a pedir que lo entrenaran. Un tipo viejo se le acerco y le dijo que el lo entrenaría si seria capaz de aguantar cinco minutos con Ivan, un joven moreno que golpeaba un saco de arena en uno de los rincones. Felipe acepto sin dudar, lo único que quería era aprender a boxear, "quería ser como Mohamed Ali" me decía aun con un brillo en los ojos. Subió al ring y a los tres minutos ya tenia la cara hinchada, le estaban dando la peor paliza de su vida. Un anciano de aspecto vagabundo paró la pelea y empezó a darle de gritos a todos ahí presentes: "Abusivos de mierda, como dejan pelear a este chico nuevo contra el campeón estatal".

El anciano bajo del ring a Felipe y le dijo: "hijo, si quieres aprender a boxear yo puedo enseñarte, si quieres puedes retar a Ivan en tres meses, pero sabrás pelear y ya nadie te agarrara de cojudo". Felipe acepto la propuesta y tomo el reto. Ivan solo se burlaba mientras el viejo hacia correr a Felipe veinte vuelta al coliseo cada mañana. Al principio Felipe se la pasaba corriendo, "es para que ganes piernas" le decían, ya luego le enseñaron a golpear el saco: "El secreto esta en sacudir el saco hacia arriba, dar un golpe y empujarlo lo puede hacer cualquier, si lo haces moverse hacia arriba, tus golpes serán mas dañinos", me narraba Felipe como si todavía tuviese dieciséis años.

El resultado: tres meses después Felipe sube al ring sin miedo y le revienta la cara a Ivan en solamente cinco minutos. El viejo le consigue mas rivales a Felipe, lo lleva a competencias y empieza a ganar en serio. Y llegan las buenas épocas: "En este mismo coliseo pelee la final con el gran Romerito (famoso campeón nacional de antaño), aun conservo esa medalla, es mi gran tesoro, tengo recortes de periódicos de mis campeonatos ganados. Pero deje el boxeo por mi mamá. ella sufría del corazón, nunca le dije que boxeaba pero un día se enteró. Cada vez que subía al ring ella se ponía mal y podía morir de un infarto. Y yo la quería mas que cualquier medalla" me decía mientras me mostraba la foto de su progenitora ya fallecida hace unos meses. "Me buscaron muchos empresarios, me ponían peleas, me ofrecían dinero. Pero ya no podía ocultarlo porque Trujillo es una ciudad chica y pegaban los afiches en todas partes. Pero ahora puedo decir que le di una paliza al gran Romerito" terminaba su historia, con una sonrisa que estoy seguro le ha durado por décadas. Todavía tenia ese porte de búfalo, esas manos grandes y esos brazos con que estoy seguro aun podrían tumbarse a cualquiera.

Enrumbamos de nuevo a mi hotel, quiero bajarme y me dice que le debo un dinero extra por haberme esperado tanto tiempo en las afueras del burdel. le digo que no me había dicho que había que pagarle la espera, que en ese caso se hubiera ido y tomaba otro taxi, me negue a pagarle. Felipe detuvo el auto, aun faltaban unas cinco calles para llegar a mi hotel, eran las tres de la mañana y no había un solo alma en los alrededores. Saque la calculadora para hacer mis cuentas: El tipo pesaba casi el doble que yo, tenia unos puños de acero y le había partido el alma al gran Romerito (eso fue hace muchos años, pero yo en mi vida había tumbado a un campeón nacional y eso jugaba en mi contra), saque la billetera y lo que parecía un tour por la ciudad termino casi en un asalto a mano armada, armada de pura potencia. Le di un billete mas, nos despedimos con un apretón de manos. Mientras caminaba hacia mi hotel, lamentaba tener este cuerpo mofletudo, imperfecto, carente de fibras, lamente no tener las agallas de enfrentarme a un tipo de cincuenta años que para mi vergüenza, tenia mas musculatura que yo. Pero luego pegue la risotada, había encontrado a un tipo como pocos, divertido, alguien que me saco del hoyo de aburrimiento en que me encontraba, me llevo en las putas, me dio un paseo por la noche trujillana, donde ningún guía de turista afeminado es capaz de ir. Aquel tipo me quito un billete pero a cambio me entregó una historia... me regresó al camino.