sábado, 19 de febrero de 2011

MEMORIAS I


Tenia dieciséis años y trabajaba en una panadería, tu llegaste un día y te sentaste en la mesa más cerca de la puerta, me pediste un café y una empanada. Tenias los ojos tristes como si la vida no te hubiese tratado bien, me miraste con ternura, preguntaste mi nombre mientras endulzabas tu bebida caliente. Yo solo respondía con frases cortas, a esa edad era más mucho más tímido que ahora, deseaba sentarme a tu lado y preguntarte de dónde vienes, a donde vas y que planeas hacer mañana, pero no hice nada de eso, solo reía nervioso y no te miraba de frente porque ibas a notar que me estaba ruborizando. Luego de algunas palabras cruzadas te fuiste, dejándome una sonrisa que me iba durar por muchos días.

Pero no paso mucho tiempo, porque tres días después volviste nuevamente a pedirme un yogurt y dos tostadas, tenías una falda corta y unos tacones altos, sabía que eras mayor que yo y eso me cohibía aun más. Pero tú siempre tenias pretextos para hablarme, me preguntabas que libro estaba leyendo, te dije que era “La importancia de vivir” de Lin Yutang, me decías para cuando pienso terminarlo y yo te dije “espero que nunca”. Es que me gustaba tanto ese libro que siempre regresaba hacia atrás y me envolvía bajo sus líneas llenas de sabiduría y profundidad, supongo que te parecí un nerd, un ratón de biblioteca que no sabe nada más que hacer con su tiempo, pero tu sonrisa nunca se apagaba, dios como me gustabas!! lo recuerdo. Mis días se iluminaban con la esperanza de tu llegada, servirte lo que me pidas, sentarme a tu lado y por fin preguntarte como te llamabas.

Ser tímido nunca ha sido beneficioso, es como ver una película y sentirse el héroe de la trama, pero cuando el televisor se apaga, sigues siendo Juan Pérez, un indocumentado más en el mundo. Ella vino muchas veces, siempre con las ganas de hablar conmigo, me contaba su jornada de trabajo, sus pocas alegrías y sus ganas de seguir en esta ruleta rusa que le llaman vida. Yo siempre lograba quitarle una sonrisa con mis bromas, es lo que mejor se hacer (y quizás sea lo único), le contaba de los otros libros que leía, de lo violenta que se ponen las calles después de las once, de mis clases de ebanistería en el taller de la escuela. Ya éramos casi como amigos, al menos para mí lo fuiste, quizás para ti solo era el “chico agradable” de la panadería. Pero nunca pude preguntarte como te llamabas, pensé que ya no daba al caso después de más de veinte charlas divertidas, podrías pensar que soy un idiota sin tino. Hasta que un día alguien te llamo desde la puerta “Isabel, nos vamos?”, era tu novio que venía a recogerte. Mientras él te abrazaba la cintura yo podía sentirme el hombre más solo del mundo, fue la primera vez que te despediste sin una sonrisa.

Estuve trabajando ocho meses en ese lugar, viendo como la vida transcurría frente a mis ojos, mientras yo leía un libro de Yutang que hablaba de cómo vivir. Suena irónico pero cada quien busca sus propios caminos. Aun la recuerdo llegar con su falda corta y sus tacones altos, recuerdo su sonrisa como si hubiera quedado tatuada en mi retina, pero las cosas que ella me decía, esas cosas ya no las recuerdo. Porque cuando el olvido cruza tu puerta, no pregunta ni pide permiso, solo se lleva su equipaje y cierra por fuera. El tiempo pasa como pasan las olas del mar, sin el menor murmullo de lo que lleva a su paso.

Ayer salí a recoger a mis sobrinos de su clase de natación y me encontré con Isabel, caminando de la mano de sus dos hijas, me preguntó cómo estaba yo, de donde venia y para donde iba, si ya había terminado de leer aquel libro viejo y si tenía planes a futuro. Le dije que me había vuelto un tío superhéroe, que no hay cosa que ellos me pidan y que yo no pueda hacer, que sigo teniendo aquel libro que aun no termino, y que la vida camina despacio en el presente, que no se que pasara mañana porque ya aprendí a vivir. Me dejo una sonrisa antes de marcharse. Quizás sea porque ya no tengo dieciséis o porque ya no soy el niño tímido que ella conoció, pero aquella sonrisa que se iba alejando poco a poco de mi vista…solo eran un par de labios que se despedían para siempre.

domingo, 6 de febrero de 2011

VIVA EL PISCO SOUR !!


Es sábado por la noche, en toda Lima se celebra “el día del pisco sour”, una dulce bebida aclamada por muchos, dándole esa especial propiedad de encender a las mujeres cuando lo prueban, se dice que una buena charla y dos copas de pisco sour son casi suficientes para tener una noche feliz. Mi celular suena, es mi amigo Cesar que me habla de un lugar muy conocido de la ciudad, donde se prueba el mejor pisco, se trata del Hotel Bolívar, yo le digo que es imposible que yo vaya con él un hotel a probar pisco, que si alguien nos ve no le haría bien a mi reputación, sobre todo por su aspecto de gay disimulado.

Cesar no es gay, solo lo aparenta involuntariamente, pero lo aparenta muy bien. La noche está empezando y mi amigo quiere pasarla a toda madre, acepto ir a “El Bolibarcito” a probar el pisco catedral, tan famoso en el lugar. Pero fuimos tan idiotas al pensar que se podría ir al lugar donde vende el pisco más rico, en el día más celebrado. Era una cola inmensa la que estaba en la puerta del hotel, esperando una mesa para degustar esa bebida. Dimos media vuelta a buscar otros lugares.

Entramos a beber unas cervezas a un night club, mientras veíamos desnudarse a siete chicas al ritmo de las baladas en ingles, me preguntaba si el alcohol deja suceder las cosas, si el amor podría asomarse en ese pequeño mundo, donde todo tiene un precio. Con los años ves tantos cuerpos desnudos que luego ya solo lo ves como un detalle de la escena, como algo que tiene que ocurrir de prisa, saltearse los pasos y a veces hasta las palabras. Salimos del lugar y mi amigo Cesar me confiesa que hace tres meses que no hace el amor con su novia, que se lo ha pedido de muchas formas y ella no acepta debido a su religión, ha jurado no acostarse más con él hasta la luna de miel. Lo más triste del asunto, es que Cesar no tiene planeado casarse por mucho tiempo. Entonces me ha pedido que lo acompañe a una calle donde las mujeres ofrecen su cuerpo, pero tiene una condición extraña en su pedido, dice que quiere tanto a su novia que buscará a una mujer muy parecida a ella, para no sentir tanta culpa.

La travesía comienza, recorrimos varias calles pero no le gustaba ninguna, a una le faltaba el cabello rizado, a otra el cuerpo delgado y a otra el color de piel morena, siempre terminaba soltando la frase “ella no se parece en nada a mi novia”. La lima putañera estaba en su mejor esplendor pero mi querido amigo no encontraba a la mujer que consuele su desdicha. Yo lo único que quería era probar un buen pisco sour, le pido buscar un bar donde comprar uno, nos sentamos en una mesa y pedimos dos copas. La mesera que nos atendió era muy guapa, le dije que le pida el número telefónico y que intente algo, pero el seguía diciendo: “ella no se parece a mi novia”. En la mesa de al lado estaban tres chicas bebiendo lo mismo, yo quise acercarme a pedirles compartir la mesa, pero Cesar me detuvo diciéndome: “Ninguna de ellas se parece a mi novia”. Entendí que era una misión difícil, Cesar no estaba listo para las aventuras, y me alegro por él.

Salimos del bar, pasamos por la misma calle donde abundaban las meretrices, el aire tenía un aroma a pecado, a infierno, no podía encontrar mejor lugar para trasnochar. Pare un taxi que nos llevara a casa, antes de cerrar las puertas veo salir del hotel a una mujer con un tipo mayor, calvo y con traje oscuro, “Oye Cesar, ella si se parece a tu novia”. Mi amigo no le quitaba la mirada, estaba muy lejos, muy oscuro, pero igual pego un grito: “La concha de la lora, creo que ella es mi novia!!”. Yo cerré la puerta y pedí al taxista que arranque el auto mientras me moría de la risa. Las cosas suceden aunque uno no las pida, el silencio solo es un espectador y nosotros los mejores actores. Mientras Cesar marcaba como loco al celular de su novia para sacarse la duda, yo pensaba en lo pequeño que puede ser el mundo a veces, en lo difícil que puede ser dar los siguientes pasos, en las cosas que uno deja de ver por andar de prisa, y también en las locuras que uno puede imaginar con solos dos pisco sour en la sangre.

Feliz Dia del Pisco Sour