lunes, 22 de febrero de 2010

AUUUUUUU


Es un fin de semana como cualquiera, después del giro que tomó mi vida me siento algo extraño, como adormilado, con un sentido suicida que solo un chico de quince años puede padecer, pero no tenía ganas de echarme a llorar, quizás solo hacer una pataleta y cagar a trompadas al primero que encuentre, para mi mala suerte no soy un tipo que infringe temor, cuando salí a la calle note que todos eran más grandes y más fuertes que yo, desde ese punto de vista no podía cagar a trompadas a nadie. Solo regresé a casa y me puse a jugar en la computadora con mis sobrinos, mientras eso hacia suena mi celular, era Vanesa que me dice que esta bebiendo con unas amigas y si puedo ir a recogerla, hoy ya no tengo cargo de conciencia, acepte enseguida, le dije que estaría ahí en una hora. Pero mis sobrinos no querían que me vaya, querían que me quede y les enseñe como ganarle a la maquina, como yo soy el súper tío, estuve con ellos un rato mas. Un reloj no puede regir mi vida, sobre todo si la estoy pasando con mis sobrinos favoritos.

Casi tres horas después recién pude ver a Vanesa, tenía una cara furiosa, unas ganas de querer golpearme en la cabeza con una pala, todas sus amigas ya se habían ido. No tenia porque darle explicaciones, nunca me ha gustado hacerlo, la mejor salida era decirle un par de mentiras que no pueda debatir, ella lo entendió y solo me pidió irnos a un hotel, se detuvo en una tienda para comprar varias cervezas. Hasta ese momento beber no estaba entre mis planes, pero sentí que me hacía falta. Todo pasó muy de prisa, dos horas después me encontraba semidesnudo en una cama con varias latas vacías tiradas por el piso, casi ebrio, mirándome en el espejo como un enfermo terminal, aquel chico ya no era yo, era una mala imitación de lo que antes fui. Mientras Vanesa yacía dormida solo cubierta con una toalla, sonaba insistentemente su celular, era su novio Alex que quería saber donde estaba, “estoy en casa de una amiga” le decía muy fresca, “no me hables así, acaso crees que soy una puta?”, exclamaba en un tono más alto, “Esta noche iré a recogerte y hablaremos” terminaba diciéndole ya más calmada, mientras tanto yo me vestía sin decir una sola palabra. Vanesa cuelga el celular y me pregunta porque me voy tan pronto, pero para que gastar palabras, ella sabía perfectamente que entre nosotros no hay ataduras que exijan razones, “Es que ya me aburrí de estar acá, nos vemos otro día, adiós” le dije mientras cerraba la puerta, después de mucho tiempo era yo quien salía primero del hotel, parece que muchas cosas cambiarán a partir de hoy.

Eran casi las siete y Lucia me estaba esperando, me pase toda la semana tratando de convencerla para que salga conmigo, si alguien podía soportarme hoy, esa era Lucia. A pesar de que podría ganarse broncas con su jefa y su novio, apareció puntual en el lugar que quedamos. Si antes eran amigas ahora ya no, Lucia odia a la tangamandapiana, como odia a toda aquella persona que me haya roto el corazón, odia a Pamela Anderson desde el día en que salió el video porno con Tommy Lee Jones, también odia a Lucia Méndez desde que se hizo aquella cirugía que le cambio el rostro para siempre. Pero mi amiga me quiere mucho, me lo ha demostrado miles de veces y es una de las pocas personas a quien no le puedo mentir. Llegamos al Bar Degrot donde iban a tocar Gino, Sócrates y Laura, Gino fue el primero que me ve llegar y me saluda, luego Sócrates me abraza y dice que ya están por empezar, no veo a Laurita por ningún lugar, le prometí que la saludaría apenas la vea, pero no se pudo, el concierto empezaba.

Lucia pide una jarra de cerveza, el plan era que por cada tres vasos que ella beba yo solo tome uno, pero ya estaba subido de tragos por haber estado con Vanesa, así que no respete el trato. En pleno concierto Gino le dedica una canción a Lucia, se lo había prometido a mi amiga, Sócrates recita mis Rosas Marchitas antes de tocar la mejor canción de la noche, y Laurita encandiló a todos con su bella voz. Eran casi las once y el celular de Lucia suena, era su novio que quería saber donde estaba. Es hora de irnos, el recital aun no terminaba, una vez mas no pude hablar con Laura, solo me despedí con la mirada y nos marchamos.

Caminando por las calles de Lima, sentía que era más horrible de lo que solían decir los libros, ni las luces de colores podían defenderla de mi cruel apreciación, o será que yo estaba tan lleno de alcohol y tristeza como para amarla de la misma manera de cuando las recorría con mi tangamandapiana. Lucia me miraba afligida e impotente, decía: “Si le pongo las manos encima le quitaría lo chistosa, mira como te ha dejado”, me tomó de la mano y me abrazó muy fuerte, yo me sentí protegido en sus brazos, me hacía falta estar con Lucia, saber que el silencio lleva su nombre, que cuando todos se vayan ella siempre se quedará. Como cuesta reponerse a los golpes duros, sobre todo para alguien que no está acostumbrado a pelear. Mientras le contaba mi oscuro destino, la oí decirme: “tú nunca estarás solo, si llegas a viejito yo te voy a adoptar y cocinare para ti ese plato que tanto te gusta, pero ya no estés triste”, quizás esa parte lo imaginé, tal vez había bebido mucha cerveza que deseaba que alguien me diga eso, pero tengo la certeza de que mi amiga lo hubiera dicho si se lo hubiera pedido.

Lucia se marcho al encuentro con su novio, no sé cuando la volveré a ver, nuestros horarios se hicieron para estar separados, pero yo se que ella siempre arriesgará un poco por mí, y por eso la quiero mucho, hoy más que ayer. Llego a mi casa y me encierro en mi habitación, siento un ligero dolor en el estomago que no me deja dormir, no puedo creer que mi cuerpo haya reaccionado tan rápido al alcohol, no pensé que estaba tan grave. Pero no le quise hacer caso, pensé que quizás fue algo que comí y me cayó mal, mañana al despertar estaré mejor. Esta noche fue muy extraña, de súper tío pase a ser un lobito feroz y luego un melancólico inconsolable en solo unas horas, lo más raro es que estando en mi cama queriendo soñar y encogiéndome de dolor… ya no sé ni quién soy.

1 comentario:

Cesar Jack dijo...

ay acarcas al menos tuviste un ratito de compañia.