domingo, 15 de mayo de 2011

FUERA DE FORMA


Cuando alguien te gusta mucho puedes hacer lo que sea con tal de cumplir tu cometido. No importa lo difícil que parezca, lo ridículo que puedas llegar a sentirte o lo arriesgado que puede ser para tu salud esa travesía. Somos cazadores, depredadores de carne humana, sicarios sexuales, dispuestos a cumplir una misión o morir en el intento.

Conocí a Celia hace dos años, nuestras vidas coincidieron una noche de Agosto, cuando llego a mi trabajo preguntando una dirección. Yo muy amable me ofrecí a acompañarla hasta la calle donde tenía que llegar, antes de despedirme le pedí su número y ella me lo dio de buena gana. La llame dos veces aquella semana, dos más la semana siguiente y cuatro veces a la tercera semana hasta que aceptó salir conmigo. Pero antes había una condición para que la cita se concretara: ella iba a elegir el día y el lugar.

Yo no le corro a los retos, así que acepte la propuesta, yo tenía que quemar todos mis cartuchos, yo quería salir con ella, quería tenerla en mis brazos, tocarla, hacerla mía, disfrutar todo lo que ella pueda darme entre cuatro paredes. Es por eso que no me importó que ella haya elegido el campo para nuestro encuentro, la naturaleza, los caminos largos, los ríos caudalosos, era todo un reto.

La espere en el paradero de los buses que nos llevan fuera de Lima, tenia una ropa deportiva, pero se veía igual de linda, su andar provocaba tantas cosas que estuve a punto de besarla ahí mismo, antes de subir al bus. Llegamos a un pueblo llamado Chosica, Celia me llevo por un camino pedregoso, empezó la travesía que nunca imagine que terminaría arrepintiéndome. Fueron caminos tortuosos, subimos varias montañas, trepamos a los arboles, improvisamos rutas saltando cercas, invadiendo cultivos, hundiéndonos en el fango, enredándonos entre las plantaciones de frutas y verduras. Jamás imagine que iba a tener una cita con la hermanita de Tarzan. Mi cuerpo amorfo, sin ninguna pizca de musculo, consumido por los años y las trasnochadas, no pudo resistir, juro que entre tanto sudor deje caer alguna lágrima, era el grito de auxilio que nadie pudo escuchar. No estaba listo para tamaño trajín, me sentí viejo, inútil, casi impotente. Deseando que ya nada pueda surgir, porque después de tanto desgaste físico, era casi nulo lo que podamos hacer sobre una cama. Podría ser el más grande ridículo de mi vida.

Pero yo soy un cazador, un depredador por naturaleza, así que inconscientemente, casi por reflejo o por instinto, la mire a los ojos, la tome de la mano y le dije: “Me gustas tanto, que quisiera besarte aquí mismo”. Ella soltó una sonrisa, mientras yo me acercaba a sus labios. Pero estando a unos centímetros de cumplir mi cometido, Celia soltó su veredicto: “Creo que estamos yendo muy rápido. Tendríamos que conocernos un poco más. Tener más salidas como esta”. Mas Salidas de campo !!, mas montañas por escalar, mas arboles por trepar, eso era el infierno.

Y eso fue todo. Me baje del bus cuatro paraderos después, tire al tacho su número telefónico, maldije a aquella muchacha fanática del sudor, maldije mi pobre estado físico, mis pocas ganas de meterme a un gimnasio. Llegando a mi habitación, exhausto, casi a un paso de caer rendido, me puse a escribir esta historia que mas que avergonzarme, me deja entender que no se puede obtener todo lo que uno desea, que hay cosas que van mas allá de lo humanamente posible. Y también entendí que no siempre los lobos somos grandes cazadores… sino que hay ovejitas más rápidas que nosotros. Gajes del oficio.

3 comentarios:

Diamante de sangre dijo...

Cazador a media presa, jaja, vaya, me gusta tu historia, me gustas tú.
Un beso

Unknown dijo...

Gracias linda, el gusto es mutuo. Como no gustarme con esa tanguita roja jeje.
linda foto... rezo porque seas tu.- :)

Raulín Herrera dijo...

Te aseguro que a la siguiente salida si la hacías.

Oe sí, la tanguita rija esta buena jajaja