domingo, 5 de diciembre de 2010

RECICLADOR NOCTURNO 4



Domingo a las seis de la tarde, la cita ya estaba hecha. Cuando las luces se encendían en la pequeña Lima, ella llegaba con su abrigo rosado y un jean azul que lucía muy cómoda, el pelo sujetado hacia atrás y una sonrisa que me pareció haber olvidado. La dulce Verónica aparecía en mi vida una vez más, después de muchos años de ausencia, debido a esos giros que toma el destino. Ahora ella luce un corazón roto, el alma en incertidumbre y pensando en un mañana sombrío que le cuesta cambiar. Fue un tierno abrazo el que selló nuestro encuentro, haciéndome sentir nuevamente humano.


Verónica es una mujer especial, de esas que te hace sentir bien tenerla cerca, debo reconocer que siempre me gustó, me hubiera encantado pedirle que sea mi chica, pero me hubiera encantado más que ella acepte ser mi chica, aquella duda de ser o no ser, fue lo que impidió mostrarle mis sentimientos. Nunca le ofrecí nada ni le demostré lo mucho que me agradaba salir con ella. Solo quise ser su compañero, su acompañante, el cómplice de esos paseos nocturnos, de las charlas tan entretenidas que adornaban nuestros encuentros. Con el tiempo ella se consiguió un novio, entregándole su tiempo y atención, entonces dejamos de vernos, hasta el día de hoy, que ya no tiene pareja.


Ahora ella luce triste, solitaria, aislada en su pequeño mundo, quemando sus recuerdos en esa hoguera que es creada por el rencor y la desdicha. Pero mientras me abrazaba pude reconocer a aquella muchacha dulce que iluminaba mis noches, en esas épocas en que mi vida solo era un ramillete de excesos y desvaríos. Ambos tenemos el cuerpo con piloto automático, existiendo por existir, esperando los buenos momentos que la vida algún día nos regalara. Porque todo es cíclico, las lágrimas de hoy son las sonrisas del ayer, la oscuridad de la luna siempre termina con los rayos del sol, son teorías inquebrantables del vivir.


La ciudad de Lima nos cobijo una vez más, las luces de los faroles mostraron interés en nuestras conversaciones, el viento reconoció nuestras carcajadas, dejamos de ser dos perfectos desconocidos ante la quietud de la noche. Como era de esperarse, ella había madurado más que yo, lo supe al instante cuando me preguntó lo que siempre temo responder: “Que esperas de la vida dentro de un par de años?” y yo le dije: “Quisiera irme a Buenos Aires y terminar de escribir el libro que siempre quise empezar”. Casi fue al instante en que sentí un golpe en la nuca, un golpe suave, ligero, de esos que te despiertan de un sueño: “Cuando aprenderás niño, sigues viviendo en tu burbuja”. Es verdad, yo no espero mucho de la vida, quizás porque presiento que la vida nunca esperó nada de mí, solo andamos de paso, con reír, sufrir, beber y amar pienso que cumplimos nuestra misión en este mundo. Al estar con Verónica pude notar mas detalles míos que antes había dejado pasar, sigo armando mi rompecabezas, descubriendo mi respuesta del porque no puedo aferrarme a nada ni a nadie. No ha sido mala idea rebuscar entre las mujeres de mi pasado lo triste, melancólico y tétrico que puede ser mi presente y futuro.


Ya pasada la medianoche despedí a Verónica con un beso, deseando volver a verla de nuevo, es la primera vez que deseo volver a ver a una chica desde que comencé esta travesía, supongo que es un buen cambio. La vida es una caja de sorpresas, un viaje en tren donde no importa viajar en primera clase o de polizonte, lo importante es disfrutar el camino, aunque a veces no sepamos a donde nos lleve. Vamos perdiendo nuestros pudores, nuestra orgullo, hasta nuestro autoestima, pero nunca debemos perder las ganas de viajar. No te bajes del vagón... que aun queda mucho por conocer.

1 comentario:

Paco Merlo Ansin dijo...

Aquí encuentro la paz que busco, aquí te encuentro a tí y tu sabiduría. Gracias!