lunes, 9 de noviembre de 2009

LA MALICIA SEXUAL

Ella fue quien me habló primero, coincidimos en un bar donde ella estaba con sus amigos y yo con los míos, sus pechos eran lo mejor de la noche, no cabían en su escote y cuando bailaba el lugar parecía estallar en éxtasis. Rocío tenía veintiséis años y yo diecinueve, pero a mí me gustaba desde que tenía catorce, cuando apenas era un mocoso imberbe, sin ninguna práctica en las relaciones amatorias, salvo conmigo mismo. Para mi sorpresa ya se sabía mi nombre, “Como has crecido chiquillo” me dijo mientras me miraba de pies a cabeza, me quiso hablar como si fuese un principiante pero no me deje, yo ya no era un adolescente que se tocaba solo, era un adolescente que se tocaba acompañado (plop). No le podía tener miedo a ninguna mujer, tenía la potencia de un tren, la capacidad de reponerme en un guiñar de ojos. Pero todo mi panorama cambio cuando aquella muchacha exuberante me toco la mano y me dijo: “Has oído hablar de la malicia sexual?”, “Estarás preparado para probarlo conmigo?”. Me quede sin habla mientras ella se marchaba sonriendo con su copa en la mano y la satisfacción de haber asustado a un principiante.


Tengan en cuenta que solo tenía diecinueve años, las leyendas urbanas del sexo y las películas pornográficas que había visto no abarcaban ese tema. La malicia sexual, suena como una película de terror, cuando regrese a mi mesa y se lo comente a los chicos, ellos también quedaron petrificados, a pesar de que yo era el menor de todo el grupo. Nunca me repuse a esa batalla perdida por “abandono de campo”, se me hizo como una obsesión, yo debía saber en qué consistía esa “ciencia”, pero nadie me daba razón alguna, incluso fui a nuestro jefe mayor, al mas degenerado del barrio para exponerle mi caso, pero él tampoco sabía explicarlo. Los chicos de la calle decían que quizás haya sido una sucia treta de Rocío para asustarme, que eso de la malicia sexual era un invento suyo, que no existe tal cosa. Pero no lograron convencerme del todo. Tampoco podría ir a buscarla y pedirle que me lo explique como si fuese un niño de cinco años, me hubiera visto ridículo y se reiría en mi cara. Los años pasaron, no volví a ver a Rocío, me contaron que se fue a vivir lejos de aquí, que su padre la mando con sus tíos para que enmendara camino. Yo, sin poderme sacar la espina, fui creciendo en experiencia, buscando carne humana para devorarla, mujeres mayores que yo que me pudieran enseñar algunas técnicas provechosas. Y siempre buscaba el momento para preguntarles: “Que sabes de la malicia sexual?”, sin que nadie me supiera decir nada. Mujeres cada vez mas traviesas, mas recorridas, casi criminales, pero por ningún lado hubo alguna que me dijera algo que se acerque remotamente a eso que llamaban “malicia sexual”.


Hasta que un día Roció apareció, el azar la llevo a mi trabajo buscando información sobre un abogado, me reconoció enseguida y charlamos un buen rato sobre lo que hizo en todo este tiempo. Le dije que si esperara a que salga le invitaría unos tragos para conversar de más cosas, ella aceptó enseguida y a las once de la noche estuvo ahí. La lleve al bar donde nos encontramos por primera vez, pero ya no éramos los mismos, sobre todo ella, sus ojos parecían haber vivido más de la cuenta, no parecía tener treinta y tres años, sus historias también eran distintas, estuvo viviendo con tres hombres, en épocas distintas, y cada uno se había llevado un poco de ella, se la veía gastada, en vida y en alma. Pero aun tenía esa sonrisa picara cuando me dijo: “Terminaste de crecer chiquillo, ahora me gustas mas”. Tomamos dos tragos mas y terminamos en un hotel de esa misma calle, la tuve frente a mi desnuda y con la guardia baja, como nunca la había imaginado en mi adolescencia, juntos humedecimos las sabanas hasta ver el amanecer.


Estando con ella después del cuerpo a cuerpo, mientras encendía su cigarrillo le pregunto: “Ahora si explícame eso de la malicia sexual, no creas que lo he olvidado”. Ella sonrió un poco, soltó un suspiro como de alivio y me dijo: “creerás que yo si lo olvidé?”. Sus ojos me decían que era cierto, que no quedaba casi nada de aquella mujer salvaje y temida en mi juventud, solo era una mujer que quería ser amada, aunque sea por una noche más. No volví a llamarla y no conteste sus llamadas, mis rumbos eran otros y mis obsesiones también.

4 comentarios:

Noelia dijo...

La malicia parece que la puso el pensamiento! Muy bueno el relato

Saludos

Noe

Cesar Jack dijo...

qu triste final man, se parece mucho al relato de la vueltita verde pero en fin asi es la vida y al menos la pòse de la vueltita verde es buena, bye amigo hasta otras lides.

daalpevi dijo...

Malicia Sexual - No es sinomino de experiencia Sexual, vas mas por el deseo enfermo de obtenerte en calidad amatoria.

El experimental todo en corto tiempo atrofia las expectativas del mañana.

Tenerlo todo Liquida
Asi los dijo Pedro S.V.

pitusa dijo...

Buen relato y más aún el blog, me encanta y seguiré viniendo a leerte.
Ah!! jaja, me pongo en el peñejo de la osita, me ha gustado su modelito, como me quedaría??? ;)
Un besazo