martes, 15 de septiembre de 2009

POR LA GRAN B...


Nunca entendí la necesidad de andar colgando adornos en nuestro cuerpo, los collares, medallones, relojes, pulseras, llaveros y tanta chuchería junta adheridas a nuestra ligera humanidad, me parece una molestia total, no solo para nuestro andar sino para nuestra propia apariencia. Nunca nos permitimos caminar con cosas colgadas por ahí, es por eso que inventamos la ropa interior, para hacer más simple nuestra existencia. Sin embargo, hay momentos en que es necesario tener un as bajo la manga para cumplir nuestros objetivos.

Recuerdo que mi amigo Benito había terminado la secundaria, hubo una gran fiesta de despedida en donde, aparte de esos aburridos discursos y bailes procaces, hubo un obsequio de despedida, un collar bañado en plata con la inicial de cada alumno. Es por eso que mi amigo siempre llevaba ese collar con una B inmensa sobre el pecho, era como una joya invaluable para su memoria, pero no dudo ni siquiera por un instante, ni por un instante, en regalárselo a Isabelita (una chica de buenas caderas y pechos vistosos) con la clara intención de que al ponérselo sobre sus hombros, mientras le decía cosas tiernas hasta hacerla ruborizar, aprovechar para darle un buen beso que sellara su conquista. Luego del beso hubo muchas caricias, ambos recostados sobre el sofá de la sala de Benito entregaron más que palabras tiernas. Al día siguiente mi amigo estuvo contando detalles de aquella noche a los amigos más íntimos.

Semanas después cuando Isabel y yo andábamos en travesuras inconfesables, me dio curiosidad por preguntarle porque llevaba puesto ese collar tan horrible. Ella me conto que ese collar era de su abuelo Braulio, que había fallecido hace unos días, que era algo que se llevara a la tumba porque representaba algo muy especial para ella. No lo llevo ni a la puerta del cuarto, porque al recibir la llamada de su madre, Isabel se vistió muy de prisa y se fue casi huyendo del hotel, dejando aquel collar tirado en el suelo.

Cuando Karina llego a Lima para hacer unas compras para su negocio de ropa, me llamo al celular preguntando si tenía tiempo para salir a almorzar juntos. Karina era amiga de una novia que tenia, pero nos llevábamos tan bien que a veces nos dábamos unas escapadas para disfrutar de una comida o unos tragos sin que su amiga se enterase. A mí me calentaba mucho salir con Karina, sobre todo cuando se ponía esos jeans tan apretados y sus botas de chica mala, pero nunca había pasado nada entre nosotros. Hasta que aquel día, luego de unos tragos de mas, le obsequie el collar que llevaba puesto ese día, con una gran B colgada de mi pecho. Le conté que aquel collar me lo regalo mi mejor amigo Brandon antes de irse a Italia para hacer su vida, que era el único recuerdo que tenía de aquel amigo tan importante que no volví a ver más. Karina se emociono mucho, sobre todo porque yo nunca le había regalado nada a su amiga, así que mientras se lo ponía sobre los hombros, aproveche para darle un gran beso, que terminaría en caricias sobre la cama de un hotel barato.

Cuando en el barrio todo era tranquilidad, Benito le pregunta a Isabel donde tenía el collar que le había regalado, ella le dijo que fue víctima de un robo cuando llego de una fiesta con sus amigas, un ladrón de apariencia sucia y siniestra salió huyendo, con la gran B del collar de mi amigo, colgando de sus manos. Cuando Isabel me pregunto si había visto un collar con una gran B, en aquel hotel donde estuvimos la semana pasada, le dije que no me di cuenta, que yo me quede a dormir un rato, luego me vestí y me fui sin revisar nada de aquella habitación de cinco dólares la noche. Cuando volví a ver a Karina un mes después, ya no tenía el collar puesto, me dio curiosidad por preguntar sin ánimos de presionarla, me dijo que se le había caído sobre el excusado, aquella gran B se había ido para siempre sobre las tuberías del baño. Me sentí algo melancólico, como si aquel collar fuese en realidad una joya preciada, como si en verdad existiese un amigo llamado Brandon. Pero luego todo volvió a su cauce, cuando suena el celular de Karina, ella muy dormida después de la noche esplendida que tuvimos, cojo el celular que dice que tiene un mensaje de texto: “Mi amor, solo quería decirte que te extraño, que muero de ganas de que regreses y hacerte mía una y otra vez, te ama… Bruno”.

3 comentarios:

janettog dijo...

LLegué a este blog por medio de otro, y me encantó leerle, buen ritmo en los textos e historias.

Me entretuve leyendo un buen rato,
felicitaciones.

Noelia dijo...

Uye que revuelo con ese collar, que bueno que todos tuvieran la B como unión jajaja Muy bueno tu relato


Saludos

Noe

Noelia dijo...

Hola gracias por tus coment son bienvenidos

Cariños

Noe