sábado, 5 de septiembre de 2009

LA MUJER QUE YO ENFERME II



Olga esta en un bar con unos amigos y amigas, hablando de todas las tonterías necesarias para lograr enganchar a alguien esa noche, su amiga Lizbeth ya puso en la mira a Alberto para ver si pasa algo saliendo del bar, Alberto "le tira el maíz" a todas a ver quien le da señales de querer un poco de diversión esa noche, Edith y Lorena han prometido portarse bien, pues ambos tienen novio y no quieren un cargo de conciencia si ocurre algo en esa reunión, Paco, José y Sergio también tienen novia, pero eso no les impide pensar que aquella noche de todas maneras tienen que pecar.

Las copas y las bromas en doble sentido abundan en la reunión, Olga se ha dado cuenta que el mesero le ha lanzado miradas coquetas, Lizbeth ya anda en arrumacos con Alberto, Edith anda en tira y afloja con Paco, Lorena aun se mantiene firme en su decisión de no portarse mal, José recibió la llamada de su novia y tuvo que irse temprano de la reunión, Sergio insiste con Lorena pero es tan torpe con las mujeres que no obtiene buenos resultados. Son las ocho de la noche y aun quedan algunas cervezas por beber.

Casi es medianoche y Lizbeth con Alberto ya se fueron a un hotel, Paco se anda toqueteando con Edith, Lorena se aburrió de aguantar los estúpidos abordos de Sergio y prefirió irse a descansar a su casa y Olguita le deja un papel escrito al mesero, diciéndole que lo espera en el baño para darle un “regalito”. Estando en el baño tuvo el mejor sexo que ha tenido en meses, nunca le pregunto el nombre al mesero, solo lo atrapo con un beso al verlo entrar, le bajo los pantalones y empezó el jolgorio.

Son la una de la mañana, Paco y Edith no llegaron a ir al hotel por problemas de calendario (ella estaba en sus “días rojos”), pero prometieron terminar su historia el próximo fin de semana, Sergio ofrece llevar a su casa a Olga y piensa que quizás pueda obtener "ganancia" en el camino, Olga está más que satisfecha, pero se fue sin preguntarle el nombre al mesero, ya no quiere tener sexo con nadie, ni siquiera con su marido que lo espera dormido, reposando sus cuernos sobre la almohada. Estando en su cama descansando, Olguita todavía piensa en mí, desea verme pronto para contarme sus aventuras, beber unas copas conmigo, darme más historias para mi blog, y de paso seguir echándome la culpa del porque se ha vuelto una devoradora de hombres, aunque luego de analizarlo bien, reconoce que siempre tuvo el demonio dentro… y quizás yo solo “presione el botón”.