domingo, 14 de noviembre de 2010

LA FEMME NIKITA

La noticia estallo como una luz de bengala, lanzando sus brillos hacia todos lados, el viejo Nicanor, dueño de la tienda más angurrienta de la cuadra, había fallecido. Como ocurre siempre en estos casos, todos preguntábamos como había muerto, pero mis hermanas no me daban razón, guardaban recato y hasta decencia para no contarme nada. Lo tuve que averiguar en la calle, pues la noticia era vox populi en cada cuadra. “El viejo Nicanor murió teniendo sexo con Roxana”.

Morir teniendo sexo siempre ha estado entre mis muertes favoritas, sentir el ultimo placer junto al último suspiro es lo que en mi calle llamamos “morir en nuestra ley”, respetando nuestra idiosincrasia de buen macho. El viejo Nicanor ya bordeaba los sesenta años y la pequeña Roxana a quien desde ese día todos los chicos llamaban “Nikita la asesina”, apenas tenía veinte años pero con una larga trayectoria que bien podría espantar a un principiante. Aquella noche “Nikita” salió asustada y en silencio de la casa de Nicanor, dejando la puerta abierta, fue por eso que la gente entro a revisar, pensando que alguien había entrado a robar. Para la sorpresa de las vecinas cucufatas, vieron al occiso postrado en su cama, sin vida y sin pantalones, con esto el viejo Nicanor cumplió uno de sus mas grandes anhelos, marcharse a gusto enseñándoles los genitales a aquellas viejas prehistóricas que siempre criticaban su gusto por las mujeres menores que él.

Pasaron los días y todos hablaban de este suceso, nunca pudieron llevarse presa a Roxanita, los viejos de la cuadra coincidían en que “nadie debería ir a la cárcel por abrir las piernas, eso no es un crimen ni aquí ni en la China”, a cambio de ese susto, la mujer se gano el respeto y hasta un poco de temor de la gente, se tejieron muchas leyendas urbanas respecto a eso, desde que la chica era una loca insaciable hasta decir que en aquella casa habitaba el diablo. Algunas semanas después, ebrio y desorientado, yo andaba de bar en bar con mis amigos, fue cuando me la encontré cerca al baño de hombres, le sonreí y me preguntó si la conocía, “Claro que si, tu eres Nikita la asesina” le dije muy valiente (obviamente porque estaba ebrio), ella solo sonrió, era sorprendente que alguien de veinte años no se sienta cohibida por alguien mayor como yo, eso me gustó mucho. La invite a mi grupo, tomamos varias copas y nos contó lo que sucedió aquella noche. Supongo que las historias van cambiando un poco cada vez que las cuentas, aun si las cuenta la misma protagonista. De todos modos fue grato conocer a la testigo que, a mi parecer, ha presenciado una de las muertes mas lindas que existe.

La noche terminaba y el bar estaba por cerrar, la acompañe a tomar un taxi mientras me daba su número telefónico, no le pedí que se vaya al hotel conmigo, no sé si hubiera aceptado, pero no podía dejarla ir sin antes hacerle la última pregunta: “Dime la verdad, mientras se moría el viejo, pudiste ver una ligera sonrisa en su rostro?”, ella soltó una risa, me acarició el vientre un poco (como si fuese un pequeño buda de la época) y mientras se mordía los labios me dijo: “no puedo asegurarte si fue una sonrisa, solo puedo decirte que lo disfrutó”. Me dejo frio, sin habla ni reacción, apenas pude levantar la voz mientras cerraba la puerta del taxi y desaparecía en la autopista… “Te juro que te llamaré cuando cumpla sesenta años!!”.

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