sábado, 10 de abril de 2010

OJOS QUE NO VEN


Yo siempre fui muy distraído, descifrar los detalles no era mi mejor materia, si alguien a mi lado se cortaba el cabello yo nunca lo notaba, si mis hermanas se ponían un traje recién comprado en alguna reunión también se me pasaba desapercibido, no recuerdo si algunas de mis parejas hayan tenido puesto un collar, pendientes, pulseras o anillos en las manos aunque todas ellas jurarían que así fue. No recuerdo el color de los ojos de nadie, ni el color de sus zapatos ni nada que tenga que ver con la percepción minuciosa de los sentidos de la vista. Y solo por ese pequeño detalle he tenido muchas anécdotas como aquella vez cuando recién empezaba en estos menesteres.

Tenía dieciséis años y aun estaba en la escuela, no sabía mucho de mujeres, era casi un bebe de pecho en esas cosas del amor y las aventuras, pero me moría por aprender. Cada mañana que iba camino a mí escuela me topaba con una chica muy linda. Aunque yo llevaba una cara de sueño, podía ver cierta belleza en su rostro, una belleza que para un chico de mi edad podía ser abrumadora. Los encuentros se fueron haciendo rutina, aquella chica pasaba casi todos los días por mi lado oliendo a jazmines, mientras yo nunca pude decirle una sola palabra debido a mi extrema timidez.

Pero cierto día mi prima me hace un comentario sorprendente, aquella muchacha que veía todas las mañanas era sobrina del dueño de la bodega que está en la esquina de mi calle, sobrina que se llamaba Karen y que esa mañana le había preguntado a mi prima por mí. Quería saber cómo me llamaba y qué edad tenía, es que Karen tenía tres años más que yo y quería saber que tan nene era para ella. Mi prima hizo bien en aumentarme la edad, aunque parezca algo viejo para seguir en la escuela lo importante era no desentonar a mis intenciones de tener algo con aquella chica que se veía muy buena.

Pero para mi sorpresa aquella muchacha dejo de toparse conmigo cuando iba a la escuela, una semana entera sin verla y se me hizo muy raro. Maldije mi timidez, si al menos tuviera la valentía de hablarle a una mujer de frente no tendría que estar pasando estas penurias. Estaba decidido, me sentía suficientemente capaz de hablarle a Karen apenas la vea cruzarse en mi camino, sentía que no debía desaprovechar ni un encuentro más. A la semana siguiente, luego de varios días de espera, mientras bajaba camino a mi escuela, vi venir a Karen tan linda como siempre, este era el momento, mi momento. Empuñe mis manos que sudaban a chorros, engrosé un poco la voz para sentirme fuerte, camine frente a ella, la mire a los ojos y le dije mi nombre (mi nombre real), le dije que siempre la veo pasar y también si aceptaba encontrarse conmigo mañana en la noche en la plaza central. Ella aun sorprendida por el abordaje, se notó temerosa y ante un breve silencio mirándome confundida me contestó: “No, gracias”.

Fue un golpe duro para mi hombría, como pocas veces había vencido mis temores, había matado los demonios de mi inseguridad, para que aquella chica que me gustaba tanto me tumbara al suelo con su lapidario: “No, gracias”. Pensé que era mejor seguir siendo tímido, al menos si no lo intentaba no iba a fracasar tan bruscamente como en este caso, estaba condenado a ser un perdedor con las chicas por el resto de mi vida. Sin embargo dos semanas después mi hermana llega con una invitación de matrimonio diciendo: “Se casa la sobrina del abuelo de la esquina!!”, mis ojitos se pusieron pálidos, inmediatamente pregunte: “Se casa Karen??”, pero ella muy sonriente y extrañada me respondió: “Ella no, la que se casa es Flor, su hermana gemela“.

Malditos detalles, eran dos personas distintas y yo me había lanzado con la persona equivocada, me preguntaba si tendrían algo que las diferencie a ambas, pero luego llegue a la conclusión de que si lo tuviesen yo jamás lo notaria, por mi escasa percepción. En esa ocasión tiré la toalla, no la volví a hablar mas, seguí intentando con las otras chicas, porque a pesar de todo, este lobito estaba en proceso de aprendizaje, entrenando para ser un semental, un malhechor de las féminas, buscando talvez mi apelativo de “feroz” en las oscuras noches de Lima.

1 comentario:

Cesar Jack dijo...

bueno al menos tiene su lado bueno que te puedes propasar con la otra y decir upsss, meequivoque, pero mala suerte que ya no le volviste a hablar .