jueves, 18 de diciembre de 2008

LOS HOMBRES G

Encontrar un amigo no es fácil, pero encontrar muchos amigos es aun mas complicado. Es difícil encontrar personas con intereses en común, pero de vez en cuando sucede un milagro y nacen amistades que sobreviven a través de los años. Y casi siempre esos milagros suceden en un centro de estudios. Tomo tiempo formar este grupo, teníamos que encontrar algo que en verdad nos apasione, como todos éramos hombres, pues las afinidades mas fuertes eran dos cosas: Alcohol y mujeres.
A ese par de intereses, hubo algo que también teníamos en común: Todos éramos misios. Producto de esas tres cosas que se mezclaron de manera explosiva, como tubo de ensayo de científico loco, decidimos hacer una rutina que empezamos a amar con el pasar de los meses: Sentarnos en la mesa de un bar cerca de nuestro instituto y comprar un trago barato que se llamaba “Punto G”(nunca un trago podrá llevar mejor nombre que ese). Así nació el nombre de batalla de todos estos camaradas vagos, alcohólicos y fanáticos de las curvas femeninas: Los hombres G.
Cada integrante tenia un ingrediente personal, que enriquecía mas al grupo, y ellos eran:

Daniel: el mas educado de todo el grupo y el mas blanquito también (algo que para el mas que una virtud fue una maldición, porque: “carne blanca…. hasta de hombre” jaja). Era el que mas sabia sobre la carrera, pero eso en el momento de sentarse en la mesa, ya no importaba. También era muy conocedor en las lides amatorias, pero, en teoría. Sin embargo con el tiempo aprendio mucho.

Oscar: conocido como “El mariconcito”, el mas inquieto con las mujeres, el mas aventado con las malcriadas y el mas afeminado también. Pero su andar femenino y sus frases mariconas no disminuían para nada su envidiada suerte con las chicas malas, de esas que nos gustan a todos.

Paúl: lo llamaban “El Lagarto”, el mas vago del grupo y el que siempre nos daba la razón en todo aunque no sabia de que estábamos hablando, talvez por eso era un gran aporte al grupo. Mujeriego tierno, de esos que se puede coger a medio mundo pero que al final del día sigue enamorado de su novia de la infancia (la cual nunca tuvimos la suerte de conocer).

Luís: mas conocido como “El Oso”, uno de esos que viven al límite de las reglas de la ley, degustador de mujeres casadas pero sobre todo de menores de edad, esas que pueden llevarte a prisión si un día amenazan con contarles a sus padres lo que les hiciste anoche. Era el que nos traia las anecdotas mas graciosas.

Jimmy: uno de los más tímidos, sin embargo no menos divertido. Era renegón, despectivo, homo fóbico, casi virgen, pero era el que ponía las chapas más graciosas. Era muy solidario, una vez recibió una “bala” por mí (ver entrada “Mi amigo, mi héroe”).

Carlos: estuvimos con él casi dos años, pero nadie supo en verdad que ese era su nombre, todos lo llamábamos “Vitarte”, porque vivía en un distrito del mismo nombre. Vitarte era el más renegón del grupo y el más misio también. Cuando pasábamos el sombrero a la hora de pagar la cuenta, él solo ponía un sol, y cuando se le preguntaba si podía poner mas, decía: “no tengo pe conch….”. Talvez por eso me gustaba preguntárselo siempre, para ver como se le arrugaba su enorme carita cuadrada.

Jaime: más conocido como “El dulce”, aunque siempre decía tener contactos con la mafia china, italiana y española, siempre nos divertía con sus ocurrencias. Era el mas cruel con las mujeres, un depredador sanguinario, un degenerado en potencia, es de esos chicos que sabes que no irán al cielo, pero que uno estaría muy contento de encontrarlo ahí abajo a la hora del juicio final, así no se perderá la diversión.

Johan: mas conocido como “beso negro”, por ser fanático de esa técnica sexual, técnica que luego se la aplicaron a el, con no menor satisfacción que cuando el estaba de ejecutor (sucede en las mejores familias). Siempre tenia frases para describir el momento y calificativos exactos para definir a una mujer de la mala vida.

El Server: su servidor, el que se reía de cada una de las bromas de estos tipos locos y desenfrenados, el que recibía las confesiones de cada uno de ellos y festejaba sus aberraciones. El que siempre trataba de juntarlos, aun después de terminar la carrera y cuando ellos ya imaginaban hacer de sus vidas algo distinto.

Ellos son los hombres G, algunos desaparecieron con el tiempo, otros quisieron unirse, incluso querían llamarse “hombre g” cuando apenas habían compartido la mesa un par de veces (un sacrilegio total), pero eso no era posible, para ser un hombre g había que tener una fuerte dosis de degeneración sexual, una cierta adicción a las mujeres traviesas y unas excesivas ganas de vivir la vida al máximo.

Eso eran los hombres G, una manchita de pendejos que disfrutaban la vida con un trago en la mano y una mujer al lado. Aquellos chicos que ahora ya no son tan chicos, pero que aun tienen ganas de sentarse en una mesa y saber… que los amigos son para siempre.

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