viernes, 19 de marzo de 2010

MI PEQUEÑA VAN HELSING


Te imagino en Lima, llegando como una celebridad y ocupando el mejor hotel de Miraflores. Ahora todos te conocen, te has vuelto una eminencia, una gurú de las charlas motivacionales. Los carteles de publicidad dicen que darás una conferencia esta noche, ante un auditorio repleto expondrás sobre el tema principal: “Como atrapar a un lobito feroz”. Te has vuelto un Van Helsing en versión femenina.

Te presentan muy puntual ante mucha gente que no se cansa de aplaudirte, llevas una ropa informal, con unos anteojos que te dan un aire erudito, pero también llevas tu arma mortal cerca de tu pecho, escondido tras tu saco color gris. La charla comienza con un ejemplo muy simple, “Había una vez un lobito…”. Luego continuas con tus experiencias personales, con tus perspectivas de lo que será el mundo dentro de diez años.

Pero entre el público hay algunos personajes que debo mencionar. Esta la vieja solterona que no se cansa de tomar apuntes, ha traído tres cuadernos por si le hace falta, lleva puesta una falda corta y las piernas recién rasuradas, un escote muy sugestivo, tal vez hasta grosero (por la forma desgastada de sus pechos se podría decir que hasta criminal). También está la chica virginal pero reprimida, ella ha venido con un pantalón ancho y un abrigo que le cubre hasta las orejas, siempre buscando el momento preciso para deslizar su número telefónico en el bolsillo de alguno de los tipos de seguridad. No puedo dejar de mencionar a los dos chicos sentados al extremo derecho del auditorio, oyendo muy atentos la charla, esperando aprender algunas técnicas de cacería, ya sea para un lobito feroz o lo que se les presente, ellos no discriminan. Están las ratonas de biblioteca, las frígidas, las vampiresas, las principiantes, las promiscuas. Por extraña coincidencia todas las que he mencionado están sentadas en las cuatro últimas filas. Los asientos de adelante están ocupados por las chicas más lindas de Lima, están las hippies, las yuppies, las "greenpeace" y las emos. A esta reunión no ha faltado nadie.

La conferencia termina y se encienden las luces, todas te aplauden, pero alguien te aplaude mucho más, alguien que te viene oyendo desde cada lugar en que has estado. Ese que te aplaude soy yo, que estaba sentado en la última fila viendo todo ese panorama abrumador. Ya son las once de la noche y te espero a la salida del auditorio, luces maravillosa con ese traje gris y esos tacones altos. Me ofrezco a invitarte un café para terminar la noche, aceptas sin dudar y te acercas a darme un abrazo. Y nuestros pasos van desapareciendo entre la oscuridad de la niebla espesa que hoy invaden la pequeña Lima. Entre los muros de las calles, bajo los faroles malogrados, sobre la suave lluvia que empieza a caer, se oye una voz que te dice: “te quiero mucho… mi pequeña Van Helsing”.

2 comentarios:

kalima dijo...

No quiero pasar sin decirte "hola" almenos para que sepas que estuve aqui, que sigo leyendote, que me encanta lo que escribes, que me alegra que no lo dejaras en aquel mal momento...que sigo "siguiendote".
Un abrazo

Cesar Jack dijo...

que fue esto? una expresion de catarsis o una velada sin velas?