Cuando alquilé una computadora por el centro de la ciudad no sabía lo que estaba por suceder. Andaba muy apurado porque tenía que terminar una tarea para mi sobrino, pero no por eso me detuve a observar a la chica que estaba desocupando la maquina que iba a usar. Ella tenía una linda figura, unas piernas llamativas, la ropa ceñida al cuerpo que era como un concierto en primera fila, simplemente espectacular. Ni se ocupo en mirarme, solo se marcho de prisa para perderse entre el tumulto de gente que a esa hora pasa por aquella avenida grande de Lima. Lo curioso es que al disponerme a usar la computadora, noto que había un Messenger abierto, y no solo eso, sino también dos ventanas de conversación que solo por mera curiosidad me disponía a leer. Para mi sorpresa, aquella muchacha apetecible no era cualquier muchacha, en un texto escrito por su propia mano acordaba con otro chico a tener un encuentro sexual por una cantidad de dinero bastante significativa. En la conversación pactan encontrarse en un lugar muy cerca de ahí, hablan de los servicios que ella le ofrecerá y algunas pautas más que la otra persona accede de manera rápida y entusiasmada.
Nunca deja de sorprenderme las cosas que uno puede comprar con el dinero, vivimos en un mundo capitalista donde la mentalidad se rige en números monetarios, pero cuando se trata de una mujer, pienso que es un precio muy bajo el que se paga por lo que ellas nos dan, las caricias de una fémina es invaluable, sencillamente pagar no es lo mío. Pero al ver a la chica en persona, me anime a agregarla a mi Messenger, para saber más de ella si es que la encuentro un día en línea, lo cual ocurrió dos días después. Siempre digo que el azar juega con nosotros como si fuésemos piezas de ajedrez, el único detalle esta en preguntarse si es que el azar sabe como carajo se juega el ajedrez.
Se llamaba Ariana, tenia veinticuatro años y vivía por San Juan, tenía un novio que era músico al cual nunca ve los fines de semana porque tiene presentaciones con su grupo “Los Hermanos Villacorta” que según ella eran muy conocidos en el medio. Ambos conversamos mucho, nos hicimos muy amigos, me conto cosas que supongo no se lo cuenta a nadie más porque eran muy personales. No sé si tengo cara de psicólogo, pero por alguna razón, muchas personas creen que están en su derecho de contarme sus problemas más graves, yo trato de darle la razón en casi todo lo que me dice para que no note que no le estoy prestando atención, le digo que una chica como ella sabrá salir adelante, que es muy fuerte e inteligente, que solo son rachas por las que uno pasa. Ella me sonríe, me agradece que la entienda, me cuenta que muchas veces se siente sola y algunas veces desea estar con alguien que la haga sentir mujer, yo me ofrezco como su acompañante discreto, como un simple vigilantes de sus emociones mas solitarias, sin ningún ánimo de juzgarla ni mucho menos ensuciar la imagen de mujer dulce e inteligente que hasta ese momento me había mostrado (plop). Fue entonces que me lanza una frase muy preparada por ella para cerrar el trato: “Tengo algunas deudas que pagar, si me ayudas con eso, te prometo que no te arrepentirás”. Lo veía venir, aquella mujer era más inteligente de lo que pensé, no hay duda que la había subestimado, pero mientras la miraba por la webcam no podía dejar de excitarme (no me culpen, tengo la sangre muy caliente), ella era muy hermosa y estaba a punto de ser mía. Acordamos una cifra razonable y fuimos a nuestro encuentro.
Ella estaba espectacular, llego en un taxi azul, cargando un bolso que hacia juego con sus botas y un pantalón ceñido a sus benditas piernas. No quería charlar mucho en ese lugar, así que fuimos directo al hotel, uno muy cómodo y alejado de las miradas de la gente chismosa. Estando ahí hicimos lo que teníamos que hacer, la pasamos muy bien, ella tenía razón, repuso cada centavo que gaste bajo aquellas sabanas de color dudoso. Luego de la batalla quería conversar sobre ella, sobre sus cosas, sus malestares y agonías, me siguió contando de su vida como si yo se lo hubiera pedido. Yo no quería nada de eso, lo único que deseaba era dormir y quedarme solo en aquel cuarto de hotel, pero me tuve que tragar sus historias solo para que termine pronto y se marche, lo que hizo media hora después al notar que ya no pude aguantar y me quede profundamente dormido. Siete días después la vuelvo a ver en el Messenger, me pide encontrarnos de nuevo, que esta vez desea tomarse unos tragos, desea seguir charlando y “ya después se verá que sucede”. Esa bendita frase era lo que me animo a verla, pensé que ganarse un polvo por oírla contar la historia de su vida no era un mal precio, después de todo, en algún momento tenía que aprovechar mi cara de psicólogo. Fui a verla, bebimos, nos embriagamos y nos acostamos, mis cálculos fueron muy acertados. Así anduvimos por meses, mientras el novio tocaba la batería en su orquesta famosa, yo andaba tocando a su chica en eso que podría llamarse “terapia emocional”.
Pero los cuentos de hadas nunca existieron, no todo en esta vida tiene que llevar finales felices. Alguien me dijo que "mujer que no jode, no es mujer", y pense que era un pensamiento machista, hasta que la realidad se estrello en mi rostro. Un día que había salido con Karina (Katrina para los amigos y enemigos), mientras estábamos en el hotel concluyendo nuestra cita clandestina, me llama Ariana al celular, me pide que la recoja por el centro porque quería verme, le digo que no puedo, que estoy ocupado con una amiga, que esta vez no puedo estar con ella. Uno nunca termina por entender a las mujeres, cree saber lo suficiente, pero nunca es suficiente, las mujeres son una especie rara, una mezcla de las mejores y peores emociones que cuando se juntan forman emociones aun más extrañas y más peligrosas. Ariana me lleno de insultos, lleno de insultos a Karina, toda la habitación estaba llena de groserias, me dijo incluso de que me iba a morir y donde debía meterme el celular. Yo no entendía nada, la que tenia novio era ella, la que debía tener sentido de culpa era ella, yo solo era el amante y según el manual: el amante es el que menos problemas debe tener. Cuelgo el celular y me dispongo a borrar su nombre imaginando que no la vería mas. Mientras guardaba el celular aun desconcertado por lo que acababa de suceder reflexionaba en voz baja: “ahora entiendo porque hay que pagarles… ese es el precio para que no te jodan.”
3 comentarios:
UUUu muy machista esto he!! se pueden sacar muchas conclusiones ,el que paga acepta que no puede conseguir lo que quiere de otra manera, la que vende acepta que no se tiene estima para considerar que no hay precio que pague sus favores,
y con respecto a la última conclusión pues hay que pagarles porque es el disfrute del personaje.
Saludos
feliz fin de semana!
Aquella chica volvio a llamar, pidio otro encuentro, se le dijo que este encuentro es mejor pagarlo, asi evitamos que siga fregando... y ella colgo el telefono al instante jajaja.
Tomalo por el lado amable Noe, solo es una historia, hay de todo en esta vida. Te dejo un abrazo y muchos besos, solo por ese milagro tan bello de ser mujer ;)
Carichos ahora entiendo todo, pero bueno es mejor que lo joda a uno porque si tu mujer no te jode preocupate, esta jodiendo a otro y asi no se puede. bye man.
Publicar un comentario