Es la semana de mi cumpleaños y he recibido muchos saludos, tarjetas postales, comentarios en el facebook, buenos deseos, invitaciones a comer y beber, no me puedo quejar, ha sido una gran semana, pero esta aun no terminaba.
Los amigos me buscaban para irnos a beber, mi celular ha sonado toda la semana con distintas propuestas, he ido a trabajar varios días con tan solo tres horas de haber dormido, me cite con una ex amante en un centro comercial donde me invito a cenar y se alegro de verme después de mucho tiempo, no nos acostamos aquella noche, pero acordamos hacer un segundo encuentro, con las consecuencias que eso podría tener. Pero lo mejor aun estaba por venir.
Mi amigo James me llama al celular, también mi amigo Luis. Nos encontramos los tres en el bar
Al llegar pudimos ver un camión de patrulla en la puerta, Luis y yo pensamos que ya le cayo la mancada, que no tardaría mucho en llegar los canales de televisión y en la celebración de cumpleaños iba a aparecer en algún noticiero nocturno, mi madre iba a verme rodeado de putas y policías en su televisor, pensé lo peor. Pero todo fue solo un susto, mi amigo James decía que aquel oficial era un buen cliente, que venia cada semana para gozar de ciertos beneficios a cambio de “cuidar la zona”. El lugar era muy cómodo, amplio y acogedor, mujeres hermosas, buena música, una piscina cerca de la barra, una pista para el baile, un bar donde abundan los tragos exóticos, mi sueño ideal era combinar todo eso en una sola noche.
Amanecía y yo aun tengo aquella imagen guardara en mi mente, tanto alcohol, tantas mujeres, la música a todo volumen y las risas que llegaban de todos lados. James prometió celebrar su cumpleaños en aquel lugar, ya tenia el plan hecho, seria a puertas cerradas, solo los amigos mas íntimos (yo estaba en esa lista), cerveza y whisky sobre la mesa, todas las mujeres que pueda reclutar para ese día a disposición, y que todos los invitados estarían vestidos con sabanas como si fuese una fiesta romana. No ve la hora en que llegue ese día de la primera semana de marzo.
El sol retumbaba el vidrio de las ventanas, estoy en el bus de regreso a mi casa, llevo unas ojeras y olor a perfume barato, dos condones en el bolsillo y una sonrisa que estoy seguro me debe durar un buen tiempo, quizás hasta el cumpleaños de mi querido anfitrión.
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